En todo el comienzo del siglo 21, estamos viviendo una serie de crisis de todo tipo, de salud, económica, de pensamiento, y ahora esta crisis que nos está enseñando una serie de cosas. Todo esto no es casualidad, responde a altos fines, digamos a fines cósmicos. Todo está cambiando y afortunadamente los tiempos de antes ya no volverán.
Porque antes estábamos prisioneros de nuestro egoísmo, del egocentrismo, de la avidez del yo que siempre quiere más y más, nunca tiene suficiente. De ese yo que confunde el valor con el precio de las cosas, que se mantiene tan alejado de la verdad. Necesitamos tener Esperanzas de salir crecidos de esto, esperanzas de crear entre todos: una humanidad diferente, una humanidad libre, compasiva, colaboradora, amorosa, que pueda disfrutar de la vida, pues a eso vinimos, no unos pocos, sino todos.
Esta es una gran oportunidad para darnos cuenta que la dinámica que la humanidad llevaba y de la cual todos participábamos a través del inconsciente colectivo, no era una dinámica sana. Y que tanto para la especie humana como para otras especies, estábamos convirtiendo al planeta Tierra en un auténtico infierno. Y la Vida nos ha parado para hacernos reflexionar con sensatez, no para que nos culpemos sino para que nos demos cuenta que se puede vivir de una manera distinta.
¿Qué entendemos por utópico y que por distópico? No hay dudas que son dos términos opuestos: lo “utópico”, de tan bello y ejemplar nos resulta inimaginable e inalcanzable, y lo “distópico”, es lo indeseable, lo que peor no podría estar funcionando. Las oleadas utópicas, traerán otras futuras y también tendremos luego otras oleadas distópicas con consecuencias semejantes a las que estamos viviendo ahora. Así la humanidad, paso a paso ira evolucionando y aprendiendo a vivir conscientemente, de una forma más humana y de una manera más coherente con la naturaleza del planeta y de nuestra esencia Divina también. Lo que va para el crecimiento individual va también para el crecimiento colectivo.
Todos los humanos conscientes hemos de poner la decisión de que nuestra vida ha de ser una vida utópica cuidada en cada vivencia diaria. Ese es el compromiso al que estamos llamados los que ya hemos en parte despertado. Lo único que podemos hacer es trasmitir nuestra ausencia de miedo con “el ejemplo”. Trasmitir a través de nuestras obras y nuestros actos, y no lo pretendamos hacer con palabras. Estamos en un huracán de oleadas distópicas cada vez más cercanas unas a las otras, solo nos queda buscar el ojo de ese huracán, donde nada se mueve.
Tenemos que reconocer que en el ámbito de la espiritualidad ha habido mucha contaminación, mucha superficialidad, mucho super-mercado espiritual. Ahora es el momento de salir de la verborragia y dar un paso muy importante primero c/u y luego como grupos para vivir y actuar de otra manera.
Nuestra mente todavía funciona en la dualidad, en lo positivo y lo negativo, en lo oscuro y en lo claro, y tendemos a enfocar más en lo negativo que en lo positivo. Cuando estamos sanos nadie se acuerda de que estamos sanos, pero cuando enfermamos, todo pasa a ser la enfermedad.
No hemos sabido educar a la mente para agradecer cada momento que estamos sanos y poner esa salud al servicio de quienes nos rodean. Cuando enfermamos hemos de buscar comprender cuál ha sido nuestro error, porque muchas veces la enfermedad nos habla de errores cometidos.
Para que todo esto cambie se necesita una re-evolución, primero la individual y recién después la re-evolución colectiva, en cada acto, en casa decisión, en cada relación. Las revoluciones políticas intentan cambiar lo de afuera, las revoluciones en conciencia implican cambiar lo de adentro, en cada uno primero para cuando ya eso haya cambiado entre muchos actuando juntos cambiar lo de afuera.
Tenemos que salir del consumismo, la competencia, el aconsejar, e ir hacia lo más profundo y verdadero para que se produzca una transformación en cada uno de nosotros y que no nos conformemos con lo más o menos, con lo mediocre, que aspiremos a lo más sagrado individualmente para recién poder aspirar a lo más sagrado y utópico que podamos imaginar en lo colectivo. Eso es posible, y ésta crisis es una oportunidad para ello.
Si queremos limpiar nuestra psicología, hemos de saber que se puede vivir con poco, con austeridad, en el justo medio, saber que podemos limpiar nuestra mirada para poder ver las cosas tal como son. Para darnos cuenta que lo importante no es el “qué” sino el “cómo” vivimos ese qué. Cuando estoy sano quiero poder sacarle el jugo a mi salud, y cuando estoy enfermo saber que si me llega eso es porque tengo que aprender mucho de allí y puedo sacarle también el jugo a la enfermedad, que salud y enfermedad sean un factor de impulso para buscar, para encontrar, para aprender.
Solo allí disfrutaremos de lo que realmente somos, sobremos lo que es la felicidad, el gozo del que hablan ciertos maestros, pues es lo que nos corresponde, ese es nuestro valor real, vinimos a este plano a ser felices, pero tenemos que haber sanado esa mente enferma que tenemos y que nos termina enfermando a todos. Esa felicidad no tiene que ver con nada exterior, tiene que ver con el valor de ser lo que cada uno es, tiene que ver con lo profundo, es un “Salto cuántico” el que tenemos que dar. Eso es “Shanti”, una profunda paz interior, esa es la vuelta al hogar.
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