Puedes elegir como mejor te suene, porque todo el universo es solo “UNO”. También podríamos nombrar a esta entrada: “Yo soy Dios”, pero esto a muchos podría sonarles a blasfemia, o “El secreto de la buena vida”, inspirado en el conocido cuento de J. Garriga: “La llave de la buena vida”. ¡Podemos elegir!
De ese cuento extracté una enseñanza que considero muy importante: nos tocará vivir de todo en esta vida, quejarme de lo que no me gusta, me juega en contra, termina alejándome de esa “frecuencia de amor” de ese vivenciar que “Soy el universo” Y es eso lo que busco que reine en mí en todo momento.
Sé que lo que busco, es algo difícil de lograr. Sólo puedo buscar algo que conozco y de lo que siento una carencia: mi alma, a través de la voz de mi cuerpo me lo está pidiendo. He de aceptar que muchas veces erraré el camino, pero como todo ser vivo que se extiende, que crece hacia la luz, siempre estaré dando algún paso adelante, hacia la “Luz”. Esa “LUZ” que es puro amor al Universo, amor a Dios, amor a mí misma, a la plena aceptación de lo que voy pudiendo ser. Por esto es que “la felicidad es el camino, no la meta”.
Estoy en este momento fuera de mi ambiente cotidiano, en casa de familiares, cómoda, bien atendida, pero en realidad me siento incómoda conmigo misma, no entiendo lo que me pasa. Si yo lo he decidido así, ahora no tendría que quejarme de nada. No culpo a otros, sólo quisiera poder mirar en profundidad este sentimiento de “pobrecita yo” de sentirme una “víctima del tiempo que pasa sin parar” para nosotros los “pobres viejitos a los que todo les cuesta más…, todo les duele…”
Esto es lo que vivencio, y creo ahora tener la causa del malestar: He perdido mi identidad, perdido protagonismo. Se ve que aún dependo de los roles que esté cumpliendo. Cuando llaman o buscan a la “abuela”, no es a mí a quien nombran sino a mi hija. Estoy con tres de mis nietos, pero hay un centro de atracción externo tan fuerte, el bebé de año y medio que nos tiene a todos atrapados. Yo veo todo eso, y solo empiezo a comprenderme cuando de la mano del niño, una amiga mía que fue a buscarme para traerme a mi casa, a mi refugio, y al conocer al nene, elogia sus ojos, su sonrisa, y su alegría: y yo me escucho decir, “este niño salió a su “bisa”, porque de mí también recibió todo eso”
También cuando escucho “Ma…”, no es a mí a quien llaman, es a mi hija, pues allí están sus tres hijos, y su marido… Y aún, cuando ella, mi propia hija, quiere tener una atención conmigo, debido a que está tan ocupada, lo hace a través de alguno de sus hijos…: – “Gasti, por favor, ayudá a la abuela que quiere meterse en la pelopincho…”. Cuando quiero prepararme mi comida, como hiciera tantas veces antes allí, ella me dice, – “No te preocupes mami, decime que quieres y te lo preparamos nosotras”. Están las tres, (la madre y sus dos hijas, buenas amas de casa), ocupando la cocina. Yo las entiendo, porque por momentos somos 8, por momentos 16, y hay mucho para hacer… Me siento mal, incómoda, no quiero sentirme así, en lo profundo siento que allí molesto.
Creo que lo que más me duele, es ver como ninguno de los presentes puede entender que ese centro de atracción tan fuertemente atrapante, no es un juguete, para divertirse… es un niño que necesita de padres o adultos que lo conduzcan con amor y disciplina a la vez, con ternura y firmeza a la vez, necesita que lo eduquen… Para eso están las escuelas para padres, que en nuestro país no existen… Este pobre ser de sólo 18 meses de vida, ya es un adicto al aplauso, actúa para que lo aplaudan, siente que su valor está en complacer la mirada externa…y ese no poder ser auténtico es lo que ya adulto puede aparecer en algún tipo de adicción: al trabajo excesivo, drogas, alcohol, comida, dulces, etc.
Esta pobre criatura ya creó adicción al pan y a las harinas y cada vez que se golpea, lastima, hace simplemente un “berrinche”, o tiene hambre, hay muchas manos que a la vez se estiran para alcanzarle un pedazo de pan, pues “eso es lo único que lo calma…” Ver esto a mí me duele, y me digo: ¡No tenemos derecho a arruinar su inocencia!
21 enero, 2020 a las 4:23 am
Genia Diana! Como siempre, tan sabia y admirable.
Necesitaría contactarme con vos, pues había perdido tu correo.
Eleonora
23 junio, 2020 a las 12:13 pm
Hola Elle, se nos pasa la vida distraídos con el covid19, buscaré tu correo y te escribo así volvemos a estar comunicadas.