Sí, somos los responsables de nuestro presente y de toda nuestra vida; y también de toda esta humanidad y del mundo en que vivimos. Vivimos en comunidad, formamos parte de una familia, sociedad, pueblo, ciudad, nación, un continente y hasta de una época. De eso, con lo que nos identificamos, y por medio de lo cual nos definimos,  de eso, somos los responsables.

Me decidí escribir sobre esto pues ayer fue un día “diferente”, en mi vida de estos últimos tiempos… Fue cansador, casi podría decir “agotador”,  y en varios sentidos a la vez. Ahora analizo la secuencia de detalles que hicieron que yo esperara otra cosa, y esa fue, creería, la base de mi cansancio, mi disgusto, y mi sorpresa. Me había invitado mi hermano a salir, me buscaría a las 10 Hs. e iríamos hasta Tulumba.

La perspectiva de conocer un lugar de la provincia, del que ni siquiera sabía su existencia, me entusiasmó. Partimos a la hora programada, de la “Casa Sabia”, una residencia para adultos mayores, donde estoy hace ya un mes y medio, y sin salir de allí en todo ese tiempo. Como a ambos nos gusta, cumplimos con nuestro propósito. Pero el viaje fue largo y monótono de algo más de dos horas, y llegamos cansados…

Nuestras sobrinas nos esperaban, el clima era lindo, y habían improvisado un lugar muy simpático a la sombra de un árbol sin hojas, por ser invierno. Elegimos sentarnos allí. Charlamos un buen rato, ya era la hora de almorzar, pero no había ningún movimiento que me anunciara que se acercaba ese momento. En su pequeña casita, cuando dejamos nuestros abrigos, vi tallarines caseros, secándose… y sé que ellas son vegetarianas…

Me pareció que quedaría mal que yo dijera que quería comer, así que la charla seguía y seguía hasta que me entero que esperaban a dos matrimonios amigos, que viniendo, se les rompió el coche, ya cerca, pero no podían enviar la dirección, pues estaban perdidos. Una de ellas decidió ir a buscarlos y traerlos, pero creo que recién a las tres de la tarde comimos algo.

Porque estoy bastante sorda, me cuesta mucho entender lo que me dicen, aún charlando con una sola persona, salvo que lo haga lentamente. Así que pueden imaginarse lo que fue para mí querer entender de qué hablaban en ese bochinche. Me consolé observando a una nenita de tres años… Luego, ya volviendo, disfruté de una hermosa y cambiante puesta de sol en un paisaje montañoso. Y llegué justo a la hora de cenar cansada pero contenta, por la experiencia vivida.