«Podemos vivir sin miedos» El miedo no es algo natural en el ser humano, es una inmadurez psicológica que nos impide vivir armoniosamente con nuestros hermanos. En cambio, “la capacidad de darse cuenta y la urgencia por compartir” sí son características naturales en nosotros, y éstas nunca pueden ir junto con el miedo. Hay otra manera de vivir libre de toda esta miseria y sufrimiento, y debemos madurar hacia ella. La Meditación es esa forma.
Cuando tenemos miedo no tenemos coraje de abrirnos, nos encogemos dentro de nuestra piel para que la presencia del otro o lo otro no pueda tener impacto sobre nosotros. Este “protegernos” nos priva de gran parte de la vida del otro, pues sólo podrá haber comunicación y compartir, en las áreas en que no estamos encerrados. Para que el intercambio con lo “Alto” ocurra, para que la revelación ocurra, necesitamos estar abiertos y receptivos, sino el Universo o lo “Desconocido” no podrá operar en nosotros.
Esta apertura y receptividad implica que me dé cuenta que hay una gran parte no conocida, misteriosa en la “VIDA” que no puede ser captada ni analizada por nuestro pequeño cerebro. Cuando ese darse cuenta está allí, el cerebro deja de esforzarse en acomodar todo en estructuras lógicas y medibles.
Al dejar de esforzarse, al relajarse, al rendirse sin condiciones al misterio de la vida, se crea una nueva dimensión en la relación entre lo inmensurable y el sí mismo. Así, cuando se ha salido de la cárcel de lo medible, los símbolos y las ideas, “uno queda abierto, expuesto a la Totalidad”. Entre Ella y nosotros, generalmente hay una pantalla (la identificación con lo conocido), que nos impide percibirla, pero la Totalidad nunca se esconde, está allí para quienes no tengan los ojos nublados ni las orejas bloqueadas.
Cuando nos damos cuenta de las limitaciones de nuestro cerebro, y de que lo conocido es una pequeña parte de la “Inconmensurable Eternidad”, hay un despertar, aparece una nueva inteligencia. Ese relajamiento con detención total de la mente, es la acción más creativa que actúa estimulando una energía no material y no física en el cerebro. Es la comunión entre esta energía y la Totalidad lo que poéticamente llamamos “Revelación”, “Gracia” o “Conciencia cósmica.
Esta es la esencia de la existencia, que también puede ser llamada “Amor” o “Compasión de lo Divino”, diferentes nombres para la absoluta no acción de la “Mente pequeña o condicionada” y el despertar de la “Mente Superior o Impersonal”. Lo que no puede ser dividido es algo “Total”. Cuando las cosas son programadas, y se construyen por partes, mecánicamente, pueden tener particularidades, pero nunca ser una individualidad
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