(Basado en la lectura de la Inteligencia Planetaria de E. Carutti.)
Esto de la pandemia es la primera experiencia planetaria que estamos atravesando todos juntos. Son experiencias necesarias e inevitables para nosotros, y no tendríamos por qué sorprendernos ni discutir al respecto entre nosotros. Hemos de comprender que somos una única humanidad, que todos pasamos por los mismos problemas. ¿Cuántas de estas experiencias necesitaremos hasta poder realmente vincularnos entre nosotros? Hasta darnos cuenta que pertenecemos a un sistema de vida que abarca a todas las especies, a todo lo que vive y que hay otro tipo de inteligencia que nos espera. Necesitamos abrir profundos espacios de meditación que nos permitan entender nuestro psiquismo de otra manera, poder darnos cuenta que en vez de detenernos a investigar qué nos quieren decir estos sucesos, enseguida reaccionamos.
Entender que nos hemos vuelto una especie peligrosa para nosotros mismos y para todo el planeta, y dejar de creer que la culpa de lo que ocurre la tiene otra parte y no nosotros. Buscar la causa de tantas esperanzas y repeticiones fallidas de la especie humana, la causa de convertir a los otros seres humanos en objetos, para que luego nosotros los podamos modelar. Tenemos una mente dominante que permanentemente necesita construir algo generando así un círculo de nunca acabar. Es inevitable que todos los que nos sentimos “centro” choquemos con los otros centros y entremos en conflicto, produciendo guerras y más guerras. La “sensación de centro”, tiene que disolverse, y subordinarnos a otro tipo de inteligencia que nos permita vincularnos, escucharnos y aprender juntos los unos de los otros. Aprender que “relacionarnos profundamente” es anterior a que puedan ocurrir cambios reales en la humanidad. Despertar una inteligencia que espontáneamente pueda abrirse a la información que el otro trae, cosa que nuestra mente no sabe hacer.
¿Qué será esto de los vínculos? Es la única forma de que la humanidad, y cada uno de nosotros nos transformemos. Los vínculos no son casuales, son atracciones energéticas. El “Yo”, puede transformar objetos, pero no puede transformarse a sí mismo, pues no es un objeto. Necesitamos tener otro tipo de inteligencia, que escuche a los sentimientos profundos y no a la mente. Esa es la inteligencia vincular, que nos permitiría descubrir que ya estamos siendo de otra manera diferente a lo que creíamos ser, y saber que así estamos acompañando las transformaciones que la Tierra constantemente sufre. Los ocho millones de seres que habitan este planeta y creen ser “centros”, lo que más temen es “descentrarse”, y la Tierra necesita que nos descentremos.
Esta es la característica de la era de acuario: “el descentramiento”. Tenemos que aceptar que cada uno tendrá que hacer un arduo trabajo consigo mismo para que cambie nuestra comprensión de la realidad y recién cuando haya una masa crítica suficiente, la evolución humana se notará. No cambiará el mundo externo hasta tanto no cambie nuestro mundo interno. Hemos de aprender juntos de nuestras diferencias, no solamente entre humanos sino juntos con los árboles, animales, cielo, sol, etc.; hemos nacido de la inmensidad, abiertos a todos los estímulos que nos atraen, y eso es lo que nos cambia. El vínculo siempre nos va a producir un cuestionamiento profundo de lo que hasta ese momento creíamos, y mientras podamos sostener esa sensación, allí se produce un profundo darse cuenta, que se siente en el cuerpo, que está produciendo en mí algo que me transforma, que internamente me cambia, que cuestiona mis certezas, y eso duele, al producir heridas narcisistas. Muy diferente a entender algo, que es desde la mente.
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