(Inspirado en el “Arte de Vivir”)
Quisiera sentirme un ser libre, pero estoy atrapado al tener demasiadas cosas para hacer. Me veo apurada corriendo de un lado al otro, y entonces eso me muestra que no soy, para mí, un ser libre. ¿Qué entiendo yo que es ser un ser libre? Poder fluir en cada situación que va apareciendo, que si se me presenta, es porque allí algo yo estoy capacitada para hacer contribuyendo con eso a la existencia general, (porque todos llegamos aquí, a la tierra, para contribuir con la existencia), entonces con esa acción no me sentiré atada.
Pero si el enfoque de nuestra vida es ¨todo para mi¨, yo me pregunto: ¿Cuánto puedo necesitar para vivir? El querer más y más y más, esa constante insatisfacción ¡nos agota! Es por esto que la mente se cansa. Pero si somos seres ¨dadores¨, si sentimos que estamos aquí solo para dar, entonces la acción no nos ata. Cuando solo quiero agarrar, siento que es mi ego el que manda, y me obliga; y al sentirme obligada, a lo que sea, ya siento que pierdo mi libertad. En cambio, cuando uno da, se siente libertad.
Todos queremos ser felices. La felicidad no viene por desarrollar un talento o ciertas habilidades. Tenemos que darnos cuenta de quiénes somos, cuál es la naturaleza de nuestra conciencia, (a través de la propia introspección), para que la felicidad no continúe siendo una realidad inalcanzable. El espíritu de auto-indagación, que conduce a la meditación, es absolutamente esencial en esta búsqueda de la felicidad. Ya las tradiciones nos lo vienen diciendo: «Es el des-apasionamiento hacia lo efímero y la conexión con lo eterno, lo que trae la verdadera alegría.» Y yo lo he experimentado.
Somos seres sociables y la soledad solo puede terminar al descubrir, por uno mismo, nuestra verdadera naturaleza. Solo el consuelo espiritual puede sacarnos de la desesperación y la desdicha. La pompa, el show, la riqueza, la admiración y la adulación no ayudan a lidiar con el descontento interior. Podemos despedirnos de la desdicha conectándonos con una dimensión diferente: el sonido del silencio, un rayo de dicha y un atisbo de la eternidad, pues todo eso ya está dentro de nosotros. De poco sirve tener una máquina que no se puede operar sin un manual. El camino espiritual sería el manual para saber qué hacer con nosotros mismos.
La vida es una combinación de felicidad y dolor. El dolor es inevitable pero el sufrimiento es opcional. Tener una perspectiva amplia de la vida nos da la fuerza necesaria para seguir adelante en tiempos dolorosos. Necesitamos recordar que todos somos muy necesarios en este mundo. Que esta vida, con sus infinitas posibilidades, es un verdadero regalo, porque puede convertirse en una fuente de alegría y felicidad no solo para uno mismo, sino también para quienes entren en conexión con nosotros, o sea para muchos otros, pues la alegría es también muy contagiosa, tanto como lo es el dolor. No conozco otra manera.
Los apegos causan febrilidad y la febrilidad nos quita la paz mental y así caemos en la desdicha. Para liberarnos de esa fiebre lo mejor es rendirnos a través de las prácticas respiratorias, y la meditación diaria, que nos tranquilizan. No necesitamos luchar contra los apegos, pero sí observemos a qué estamos apegados, (y en mi caso es a la valoración externa, sobre todo la de mis hijos y amigos). Allí podemos observar nuestra respiración febril y dirigirnos al fresco lugar del silencio interior; apegándonos al Conocimiento, a lo Divino. Ese desapego a lo mundano se transformará en nuestro encanto y lo más importante es que podamos comprender que “la libertad, o la falta de ella, está en nuestra mente”.
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