Todos tenemos a quien aconsejar sobre lo que sí, o que no, el otro tendría que estar haciendo. Pareciera que somos expertos en todos los temas de esta vida. A veces deberíamos preguntarnos: ¿Es que estoy haciendo eso que le propongo?, ¿Ya he experimentado sobre ese asunto? Actualmente me estoy planteando, si realmente soy un ser confiable, verdadero, y autorizado internamente, para ayudar a mis contactos cercanos, o seres queridos que están lejos.
Nuestra personalidad, no es muy confiable ni para nosotros mismos. La hemos construido a través de los años, desde la infancia, en base a lo que creemos ser, lo que quisiéramos ser, y lo que otros nos dicen que tendríamos que ser. Pero ahora que me estoy planteando todo esto, pienso que para ser coherente con uno mismo, es fundamental, activar a nuestro observador interno, esa partecita de nuestro Ser a la que nada se le escapa pues observa no solo lo que hago, sino también lo que pienso, lo que siento, y formulo en palabras.
Muchas veces entramos en discusión con alguien, no es una simple charla, es una discusión, chocamos porque ambos creemos tener la razón. Si dejáramos que intervenga nuestra parte espiritual, se iría el orgullo, y esa sensación de superioridad que nos hace menospreciar al otro. Hay que hacer un esfuerzo consciente. Es un esfuerzo emocional, que no se da sólo, requiere más esfuerzo que hacer algo físico. Si se actúa identificado, desde el ego, generaremos lo opuesto. Necesitamos, “PARAR” unos instantes, recordar quienes somos, elevar un poco nuestra posición, porque para poder ver toda una situación, desde arriba se ve todo lo que pasa abajo.
Nuestro trabajo interior, si buscamos crecer como personas, consistirá en incluir, considerar a los otros, y no en excluirlos y desvalorizarlos. Allí escucho una voz interna que me está cuestionando esto: – “pero cómo podrías incluir a todos entre tus relaciones, cuando hay personas que son verdaderos rufianes, y te pueden crear muchísimos problemas… A tus amigos esto es seguro que no les gustará, terminarás quedándote sin amigos y sin relaciones. Escucho, no puedo dejar de escuchar todas estas razones, tan razonables para nuestra mente, pero siento que mi corazón, no está de acuerdo.
Entonces me pregunto: ¿A qué yo llamo hombre, al cuerpo, la mente, el Espíritu, o a la combinación de todo esto? Y entonces me contesto: Debo darme cuenta de que esa Conciencia, de donde proviene el pensamiento, es una sola, y es a ella a quien llamamos “la Divinidad” o “mi Dios”, pero es “Única”. La percibimos de diferentes maneras y le fuimos poniendo tantísimos nombres, que ahora eso solo nos sirve para mucha más confusión.
La gente de la antigüedad no hablaba De Dios como de una persona, sino como un ritmo. De hecho la palabra ritmo viene de la palabra ritam, que quiere decir un orden universal, un poder, una ley universal. La física cuántica, ya dice que todo el Universo es como una función de onda. Esto es lo que los Rishis habían dicho en el pasado, ritam. Pero el ritam no es un campo muerto; está lleno de Conciencia, está despierto. Imagínate que la función onda tuviese una mente por sí misma, totalmente consciente de lo que ocurre en todas partes, a eso lo podríamos llamar Dios.
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