La evolución no es un esfuerzo individual, es una fuerza de la Naturaleza. Evoluciona la vida en nuestro planeta, y también existe la fuerza de la evolución cósmica. Ambos tipos de evolución pueden ayudarnos a alcanzar nuestras metas físicas, mentales y espirituales, si nos armonizamos con ellas. Evolucionar es crecer, desarrollar, aumentar la propia energía, y así contribuir también a la evolución general.
La entropía, reduce y acaba con la energía. En el universo la energía disminuye constantemente, aumentando la inercia en la creación. Las estrellas se extinguen, por ejemplo. Hay áreas locales donde la energía aumenta (islas de entropía negativa). La vida en la Tierra es una de esas islas, una cadena alimenticia desarrollada a lo largo de millones de años. Mientras comemos y reponemos el cuerpo, somos islas de entropía negativa.
El cuerpo es nuestro mejor aliado. Las células metabolizan los alimentos, y cada experiencia también es metabolizada para hacerse parte del sistema cuerpo-mente.
La inercia se siente apagada, letárgica y agobiante. La evolución se siente ligera, alerta, creativa y energizante.
Hemos de dar prioridad al aporte positivo de energía que incluye: emociones positivas, Relaciones amorosas, Alimentos, agua y aire puros, Sueño reparador, Actividad física durante el día.
Como humanos, no solo somos capaces de evolucionar físicamente, sino también en nuestras emociones, propósito y valores. Para la “conciencia restringida” lo único que le parece posible es la supervivencia y la seguridad. Evolucionar desde el interior requiere una “conciencia focalizada” para expandirnos más allá de nuestras necesidades básicas.
La naturaleza respalda nuestra evolución. Para expandir la conciencia debemos estar conscientes. Un universo consciente está basado en el campo de la conciencia pura que es puro amor, verdad y creatividad. Cuando meditamos, hacemos contacto con la misma fuente dentro de nosotros y absorbemos esas cualidades. Por eso cada experiencia en la Naturaleza nos resulta tan valiosa.
El camino espiritual está compuesto de muchos pequeños pasos, que debemos ir soltando, sin quedarnos apegados a ninguno, cada paso es nuevo. Es un proceso de reemplazar reacciones automáticas y repetidas por otras con una mayor conciencia.
El ego nos hace sentir separados, carentes e impotentes, pero nuestro destino es acercarnos al alma, y para ello nos mueve la intención. Las intenciones verdaderas son entusiastas, e integradoras, para el bien de muchos. Las falsas intenciones, son vagas, evocan sentimientos de miedo, enojo, culpa, avaricia, desesperanza o debilidad.
El ver y maravillarnos por los milagros que nos rodean, es el comienzo de la sabiduría que es lo que facilita que se multipliquen las intenciones elevadas. Queremos adquirir más y más cosas para sentirnos seguros. Para salir de esta dolorosa ilusión podemos visualizarnos a nosotros mismos y a todos los demás seres bajo la Luz y la Gracia, y cuando te tientes de juzgar a otro ser humano, recuerda que “todos hacemos lo mejor que podemos desde nuestro propio nivel de conciencia.”
Necesitaremos recordar el propósito espiritual día tras día. Puede ser escribiendo, meditando u orando para poder volver al centro, y dejar nuevamente bien plantada esa intención.
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