Recordar que lo único seguro es que moriré, me permite vivir el momento presente plenamente, sin anhelos ni aversiones. Y para no vivirlos y poder sentirme plenamente libre como es lo que pretendo, he de aprender a reírme de los problemas y no temer el fracasar en la vida.
La Vida me va presentando todo tipo de situaciones a resolver, cuando a alguna de ellas la percibo como un problema, me hago parte del problema, pero podría tomarla como un desafío de aprendizaje y de desarrollo personal, y entonces allí me hago parte de la solución. Una persona culta, animosa y emprendedora, como yo creo ser, debiera ser capaz de reírse incluso cuando todo lo planeado se le derrumba.
La “rendición” se me volvería mucho más fácil y posible si me diera cuenta de que todas mis experiencias son del momento, efímeras, que enseguida cambian y que de ellas no recibo nada de valor duradero. Entonces sigo conociendo gente, sigo teniendo experiencias y participando en actividades, pero sin las ansiedades, deseos y miedos del ego.
Ya no estoy exigiendo que una situación, persona, lugar o suceso me satisfaga o me haga feliz. Dejo ser a mi naturaleza así como estoy pudiendo ser, de perfecta o imperfecta. Cuando puedo aceptar completamente lo que ocurre me quedo en paz, incluso el aceptar que no estoy pudiendo aceptar, que me estoy resistiendo. Dejo la Vida en paz; la dejo ser acorde a lo que mi resistencia le permite que sea.
Todos podemos ayudarnos para por lo menos suavizar nuestras resistencias. Nuestra forma de pensar es fundamental y sus efectos lo podemos ver en todo lo que hacemos y también en nuestras relaciones, salud, y bienestar. Es la mente incidiendo sobre la materia, la energía sutil más poderosa que la energía burda.
“Se cosecha lo que se piensa”. Necesitamos construir imágenes mentales de lo que deseamos conseguir. Tenemos que estar conscientes en qué enfocamos la mente, con qué nos alimentamos en todos los sentidos, las imágenes mentales que elaboramos, cómo nos hablamos mentalmente, si estamos siendo positivos o negativos, y eso es trabajo para todos los momentos posibles de nuestra vida cotidiana.
Todos tenemos un ojo físico y un ojo mental y podemos desarrollar su potencia con la práctica. Importa ante todo reconocer cómo perciben tanto uno como el otro. Así como la destreza del ojo físico varía según las personas, así también la potencia de nuestro ojo mental difiere. Recordemos que “podemos hacernos cargo de nuestra vida al hacernos cargo de nuestros pensamientos y visualizaciones”.
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