Tantas veces me pregunto: ¿Para qué me apuro? Y ahora, aquí, trataré de responderme esto. Veo que, no solamente yo, sino la mayoría de las personas que conozco, nos apuramos, para poder hacer más y más cosas… Pareciera ser como una enfermedad, no física, sino mental, o quizás del corazón, ansias de realizar, de dejar marcado a través de nuestras obras, nuestro paso por este mundo…

No importa cómo sean los otros, quiero ser yo misma, pero para eso tengo que conocerme más. No depender de lo que otros piensen de mí, sino instalar el “observador” en mí, el que registra todo, y cataloga, para que en el mismo momento, nuestro “Ser Profundo”, a través de la voz del “Maestro Interior”, o “Alma”, pueda opinar… y aprender a escuchar su voz, a reconocerla como nuestra mejor consejera.

Ya acepto que todo lo que tenga que sucedernos, bueno o malo, sucederá, pues eso está siendo decidido desde otros niveles, nosotros simplemente proponemos, o quizás, ni siquiera eso…, no surge de nuestra mente, ni de nuestros deseos, sino de algo mucho más profundo como serían nuestros genes, nuestro ADN, y todo eso ¿cómo se genera?, pareciera ser en vidas anteriores, si es que existieron…  

Me asombra muchísimo las diferencias que existen entre todos nosotros, aún entre mis cuatro hijos, todos criados de la misma manera. Con ellos aprendí a mirar a cada persona como un ser único, diferente de todos los demás, a preguntarles hacia dónde van, y a escuchar con suma atención su respuesta, para poder captar su ser profundo,  comprenderlos y poder amarles, sea cual sea el camino que tomen.

Además de apurarme para poder hacer tantas cosas como pudiera, quería hacerlas perfectas, hasta que comprendí que lo imperfecto no puede producir algo perfecto, y que en este mundo todo es tan imperfecto como debe ser… Por eso estoy haciendo menos cosas, de la mejor forma que puedo, pensando que sea algo útil para los demás, y dejando que cada uno haga lo que quiera y le parezca bien.

Mirando siempre hacia arriba, para ser inspirada desde allí, avanzo paso a paso, sin apuros…, queriendo que mi paso esta vez, fructifique espiritualmente, me traiga un crecimiento como persona, y pueda dejar eso como mi contribución al crecimiento espiritual de toda esta humanidad de la que formo parte, de la cual soy una de sus incontables células. Quiero poder contagiar a más y más células.

Dicen que las células de un mismo organismo se contagian entre sí, a través de sus vibraciones, según que haya o no, un equilibrio entre los Sistemas Simpático y el Parasimpático. Creo que si irradiamos esa felicidad que nos produce una mente presente, tranquila y relajada, esas vibraciones irán contagiando a los contactos cercanos, amigos y familiares, y así lograremos el cambio de la humanidad.