Sobre esto, ya escribí, en la entrada que llamé: “Vivencias de esta segunda semana”. Y recomendaría que primero la lean, quienes que por primera vez entran a este blog. Así podrán tener la versión completa de lo que para mí, y para muchos, significa un sacudón muy fuerte, que nos da la Vida, para que aprendamos que todos somos células de la humanidad, un organismo mayor, que a su vez es parte de la Madre tierra, y ella, es parte de este Universo. Así nos está constantemente diciendo: ¡Todos somos UNO!
Pareciera que el incendio ya pasó, pero sigue en otras zonas, y sigue en la preocupación de tanta gente, que desde lejos, me recuerdan, me quieren y de alguna manera, se comunican, y quieren ayudar. Todo esto me hace sentir la magnífica solidaridad que nos une. Mientras estuve evacuada en la casa de mi amiga, mujeres y hombres, la brigada vecinal, bomberos voluntarios, y gente desconocida, se unían para ayudar a los más damnificados: los que perdían sus casas. Y fueron muchos… Yo todavía no me animé a pasar por ese lugar.
El incendio se mantenía en la montaña, del otro lado del río, y nos parecía que éste era una barrera insalvable para el fuego, pero no fue así. Vino un fuerte viento, arremolinado, que lo ayudó. Lenguas de fuego, cruzaron el río, y al otro día a mi me llegó el aviso, que mi casita, La Volada, se quemó totalmente. Quedaba solo la platea y la pared posterior que eran de cemento, con un gran tronco de coihue, también cementado por fuera, que parecía una chimenea con las llamas saliendo hacia afuera cuando llegó allí la brigada.
Poco a poco van apareciendo en mi mente, esos “darme cuenta” que en lo profundo duelen… Esa foto de mi marido dos meses antes de que falleciera, que estaba sobre el escritorio, y parecía que me hablaba… Y el panel de fotos de toda la familia a través del tiempo: (mis hijos cuando eran niños, mis padres, mis hermanos…) Y mis anteojos… y mis audífonos… que deberé rehacer… Pero en mi mente, todos esos recuerdos tan queridos, creo que gracias al incendio, los tengo más presentes…
Así es, recomiendo que a cada situación difícil que tengamos que vivir, a lo que llamamos “desastre”, (como este incendio), le busquemos algo para agradecer… Yo, en general, le agradezco la enseñanza que nos deja, pero hay seguramente otras muchas pequeñeces, que me estaré perdiendo. Ahora acá, en esta casita, en Bariloche, que llamo la casa del Lago, para no añorar tanto, todo aquello perdido, para no llorar por esas montañas repletas de bosque milenario quemado, busco: ¿Que estoy aprendiendo de todo esto?
Estoy aprendiendo mucho: (1) – Que el dolor no mata, enseña. (2) – Que dado que yo, físicamente, no puedo hacer mucho “servicio”, puedo hacer lo que hago en este momento: pasarme horas, escribiendo acá mis vivencias, no solo las dolorosas, sino también las felices, para que mis lectores, a la vez que disfrutan, extraigan algún aprendizaje. (3) – Ya estoy necesitando dejar este tema, sacarlo de a poco de mi cabeza, guardar en mi corazón esa inmensa solidaridad humana que allí se desplegó, y buscar un próximo y distinto tema.
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