Todos los humanos tenemos algunos modales que fuimos adquiriendo de diferentes maneras. La mayoría seguimos, aún de adultos, con la enseñanza de nuestros padres. Yo, particularmente, me cuestioné solo algunas, pero continué con lo aprendido, en la gran mayoría. Por ejemplo, ya acostumbrada a sentarme siempre, por ser mujer, con las piernas cruzadas, ya siendo mayor, escuché a los médicos decir que eso no era bueno.
Intenté desacostumbrarme durante más de sesenta años, y ahora, cuando lo recuerdo, sigo intentándolo… Otro ejemplo, en cierto aspecto similar; pero en otro bien diferente, es que aprendí a no hablar mientras uno está comiendo, y ahora valoro cada vez más ese consejo, pues me interesa poder degustar las texturas y los diferentes sabores de lo que como, más el aprecio o el rechazo de mi propio cuerpo, por lo que entra a mi boca.
Mis hijos crecieron y ya hacen su vida, mi marido hace diecisiete años que falleció, y yo quedé viviendo sola… eso generó un gran cambio de mis costumbres y modales. Me torné mucho más callada, más silenciosa, pero mis deseos de compartir con mis semejantes, produjo que cuando me aparecía esa oportunidad, nada era suficiente para tanta verborragia. En instantes pasaba de un extremo al otro.
Entre las costumbres, quiero referirme ahora, a cómo afectan al intestino y a la digestión, varias de ellas: (1) – la charla en la mesa hace que nuestra atención ya no esté en los sabores, las texturas y los beneficios de lo que conscientemente, estoy masticando. (2) – necesitamos mantener en equilibrio y contenta a la Flora Intestinal (F I), para que sea capaz de digerir comidas guardadas en heladera varios días, o que no tengan las fibras vegetales suficientes que ayudan a nuestro poder digestivo.
Por otro lado está el asunto de los pro-bióticos, son bacterias que nos ayudan a hacer la digestión y refuerzan nuestra inmunidad, pero es necesario, (3) – estar relajados para que todo lo que se ingiera, rinda sus efectos… (4) – las hormonas del estrés, entre ellas el “cortisol”, cuando están en su nivel más alto, producen una inflamación de las mucosas, (para combatir una infección inexistente), pero que en el estómago genera hinchazón, gases, cólicos, diarrea, estreñimiento, colon irritable, etc.
(5) – La Flora Intestinal es una enorme masa de diez billones de micro-organismos, que viven en nuestras mucosas, pequeñas abejas obreras que ayudan a la digestión al descomponer los nutrientes y mantienen a raya a los gérmenes, pero a veces, un exceso de ciertos microbios, nos pueden producir gordura, enfermedades, depresión, etc. Lo que algunos llaman “instinto visceral”, es en verdad, un segundo cerebro, con 100.000.000 de células, permanentemente en comunicación con el cerebro de la cabeza.
¿Y cómo podemos ayudar a nuestro segundo cerebro para una mejor digestión? (6) – no tomar medicamentos no recetados por médicos. (7) – no ir al gimnasio mientras está digiriendo, sí, vendría bien un paseo tranquilo por un parque. (8) – no acostarse enseguida después de comer, pues el ácido clorhídrico segregado para digerir, producirá acidez en el esófago. (9) – tomar té de menta, (es una planta refrescante que contiene un antiespasmódico). (10) – preferir verduras de raíz, (zanahoria, nabo y rábano) pues sus carbohidratos no absorbidos, al llegar al colon, favorecen y regulan los movimientos intestinales.
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