Sacamos conclusiones demasiado pronto, por lo menos yo, apuradísima siempre en hacer suposiciones. En el libro “El Principito” se nos aconseja que solo pidamos a cada persona, lo que esa persona puede dar. Y eso lo asumo para conmigo, no puedo pedirme no hacer suposiciones, voy a pedirme simplemente suponer menos, y preguntarle a la persona si es correcto lo que estoy suponiendo.
Que todos vamos a morir, es de lo único que podemos estar seguros, y creo que la muerte es algo que todos tenemos presente, que es nuestra consejera y a la que tenemos que escuchar. A mí me dijo: Qué debo hacerme cargo de mis propios sueños, de mi propia vida, y ocuparme de lo que quiero, saliendo de esa rueda de permanentes postergaciones y justificaciones.
Me dijo también que en cada instante de atención o de presencia se nos abre un mundo infinito de posibilidades, que no busque recetas, que eran pasadas, viejas, de otras personas. Y que aunque fueran propias, podrían no adaptarse a estas circunstancias. Que si lo que quiero es “ser yo misma” tengo que tener la inocencia de un niño, que un niño es inocente porque no juzga, ni a sí mismo ni a otros, solamente juega. ¡Juguemos a vivir esta maravillosa vida!
Hay una forma alternativa de vivir y de relacionarnos que nos pide “Una percepción fresca, reciente, del momento” y “espontaneidad en la respuesta”. Es posible estar internamente vacío, encontrarse con ese vacío, con ese silencio y desde allí ser espontáneo, nuevo. Es posible sorprendernos a nosotros mismos por la creativa respuesta que hemos tenido. Allí es donde yo me digo: “así es como invitamos a la intuición a nuestra vida”.
Nuestra percepción de las cosas es engañosa porque todo lo que percibimos lo hacemos con una mente que ya es antigua, pertenece al pasado. Percibimos a través del pasado. También con esa mente engañosa nos dejamos atraer por tantas noticias que demandan nuestra atención. Creemos que allí, en lo externo, encontraremos la felicidad. Todo en este universo es dinámico, nada es permanente o estático, y si bien las montañas nos parecen estáticas, son cambiantes. Cada átomo en este universo es dinámico y está en cambios constantes, y también en nosotros, todo, y hasta cada célula está cambiando permanentemente.
Un imperecedero entusiasmo es uno de los aspectos de estar en perfecta salud. La palabra “salud” en Sánscrito significa un “Ser iluminado”, “establecido en el Ser”. ¿Cuáles son los signos de estar establecido en el Ser? Lo primero es entusiasmo. Poder reír al decir: “Hoy nada funcionó”, “hoy todo lo que tenía planeado se desmoronó”. Para ser capaz de decir eso necesitas un estado de mente libre de estrés y de tensión a toda prueba.
Todos sabemos que nos enfermamos por haber descuidado con qué estamos alimentando a nuestra mente y a nuestro cuerpo. El proceso de curación, resulta muy creativo dado que nosotros intervenimos cuando sabemos escuchar al “Alma” que es la que dirige este proceso. Cuando somos conscientes de cómo pensamos y de nuestras creencias y actitudes, y las cambiamos, cambia la química básica de nuestros órganos”. “La medicina ha estado ciega al pensar que la materia es más poderosa que la mente”. Hace 2500 años Hipócrates ya nos decía: “Que la comida sea tu alimento y el alimento tu medicina”; “Las fuerzas naturales que se encuentran dentro nuestro son las que verdaderamente curan las enfermedades”.
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