(Después de leer a Fritz Perls en Sueños y Existencia)
Uno de los fenómenos esenciales de la percepción, es la “figura-fondo” o formación gestáltica. El proceso de crecer como personas, lleva tiempo, pues crecer se realiza a través de enfrentar las diversas situaciones que la vida nos presenta. Además, necesitamos ir llenando los vacíos que encontremos en nuestra personalidad. Nos angustiamos ante el cambio de una conducta, por no saber si recibiremos aplausos o tomatazos. Todo este proceso requiere de nuestro esfuerzo, dedicación, y el estar lo más presentes, que podamos estar.
Si estamos alertas en el ahora, con ojos y oídos abiertos, como los niños, seremos creativos y espontáneos, y podremos definirnos como adultos. Vinimos a este mundo, para vivir la vida y no para conceptualizarla. El manejo y el control en las relaciones, no nos acercan a la verdadera felicidad. La oración gestáltica dice así: “Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo. No estoy en este mundo para llenar tus expectativas. Y tú no estás en este mundo para llenar las mías. Tú eres tú, y yo soy yo. Y si por casualidad nos encontramos es hermoso. Si no, no puede remediarse”. Esto es algo para ser recordado.
Hay dos clases de control: el externo y el interno. Al decir control de afuera, me refiero a órdenes del ambiente social, etc. El otro es el que viene de adentro de ese ser, de lo que ese organismo es. Un organismo es toda cosa viviente que tiene órganos, un mecanismo de auto-regulación, y que requiere de un ambiente para intercambiar sustancias. Nosotros necesitamos de un ambiente físico para intercambiar, aire, alimentos, etc. y de un ambiente social donde intercambiamos amor, amistad, ayuda, etc. A su vez, cada organismo es una célula de otro organismo mayor, que envía sus mensajes al organismo total, y éste se preocupa de resolver esas necesidades.
Nosotros “somos” una coordinación muy sutil de todas esas partecitas diferentes que constituyen nuestro organismo. Tenemos que considerar que la parte del mundo en que vivimos, se mueve con nosotros. Donde vayamos llevamos esa parte de mundo “que somos”, con nosotros. Ahora empezamos a comprender que las personas y los organismos, pueden comunicarse entre sí. Hay un mundo en común que tenemos con algunas personas, y en estas áreas en que nuestros mundos se superponen, la comunicación se hace posible. Es desde allí, que donde había un yo y un tú pasa a definirse un nosotros, con un límite siempre cambiante.
Un límite define una cosa, en relación a su ambiente. Al límite entre mi organismo y el ambiente en que me encuentro, nosotros lo vivimos como lo que está dentro de nuestro pellejo o fuera de él. Pero este es un límite, muy impreciso. Llamamos “límite del ego”, al lugar donde se diferencia lo “propio” o el “sí mismo” de “lo otro”, y vemos que este límite, tampoco es algo fijo. Los dos fenómenos del límite del ego son: la “Identificación y la Alienación”. Yo me identifico con mi familia, y si insultan a alguno de sus miembros, me siento como si me hubieran insultado a mí. La alienación, sería lo contrario, nuestro ego, negando lo que está haciendo.
Un organismo vivo consiste en miles y miles de procesos, que requieren el intercambio de sustancias con medios que están fuera de sus fronteras, pero dentro de su ambiente. Las “fronteras del ego” son los límites entre las cosas con las que hago contacto, (que me gustan), y aquéllas que rechazo, (con las que no hago contacto). Para vivir gastamos energías que necesitamos reponer, en general con algo que está dentro de nuestro ambiente, donde el dar y el recibir se equilibran. Pero no siempre es así, a veces, tendremos que salir a buscar en otros ambientes, para poder mantener equilibrado, nuestro metabolismo interno.
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