Nuestra mente “espacio–tiempo–ego” sólo nos permite ver lo conocido, lo limitado, identificarnos con los nombres, tener una percepción muy rígida. Así no nos es posible comprender lo ilimitado. Necesitamos más apertura y receptividad para darnos cuenta que existe tanta magnificencia en todo lo que no podemos conocer. Esto implica “Fe” y “Confianza” para saber que no se puede medir, ni predecir la “Vida”. Y necesitamos vivir una relación con esa Totalidad, para poder nutrirnos con ella, y que nuestra vida espiritual no sea tan pobre. No podremos hacer una comunión con Dios, con lo Infinito, a través de palabras, que maneje el ego, que va siempre tras alguna ganancia.
La Meditación, por eso, provoca una revolución en nuestra vida y nos pide que observemos la calidad de nuestras percepciones, que veamos si hay espacio para que el cambio ocurra. Me pregunto: ¿Cómo podemos crecer en “sensibilidad”, en esa apertura hacia la “humildad” y la “receptividad”? Y no me refiero a la sensibilidad hacia lo artístico, que afecta a sólo algunos compartimientos mentales, sino a esa sensibilidad que afecta a toda la conciencia, a nuestra profundidad, a la “manera de ser”, a algo que se irradia a todo nuestro alrededor, y que empieza a crecer desde el nivel psíquico, y sensual, hasta maravillarnos de lo que es nuestro cuerpo, que a través de las sensaciones nos hace entender lo que será bueno para nosotros.
En realidad es el Alma o Maestro interno, que todo el tiempo nos está guiando. Nos habla a través de las sensaciones corporales, algo que también muchos denominan “intuición”, y otros “hechos sincrónicos”. Esto requiere que mantengamos nuestro cuerpo atento, y los sentidos alertas, y que aprendamos a usarlo, a atenderlo, a alimentarlo, a permitirle el descanso. Repetir patrones no nos hace más sensibles, por el contrario, uno se hace inatento, automático e inflexible. El “ego” es quien “busca” siempre nuevos patrones, quiere “adquirir”, más y más. “Inquirir”, en cambio, ya no es del ego, es decir “no sé”, voy a intentar descubrirlo, verlo. Es examinar, investigar, aprender.
Necesitamos ver como el cuerpo va respondiendo a la calidad y cantidad, la manera, y el momento de lo que se come. Cuánto y cómo necesito dormir, cómo será bueno sentarse y pararse para que la respiración ocurra, para que el ritmo de la vida no se interrumpa, para que descubramos la verdad de la vida. La comprensión, no es algo que otro pueda darnos, se da por la interacción de los hechos, digo: del VIVIR, con nosotros. Sólo cuando uno se abre, y tiene comunión con los hechos, lo verdadero se nos muestra. Siento que lo primero, lo más fácil y cercano que tengo sería relacionarme con mi cuerpo y con todo lo que a través del cuerpo me aporte energía positiva.
¿Y qué es meditar? Es mucho más que aplicar una determinada técnica, es algo armónico, que nos ordena sin quitarnos libertad. Meditar sería “Ordenarse interna y externamente”. Este proceso nos pide, (como la vida misma): alimentos, agua y aire puro, sueño reparador, actividad física durante las tareas diarias, es decir nada de sedentarismo. Necesita autoconocimiento y respeto por sí mismo; sin ser rígido o estar atado a patrones. Tanto el experimentar como el pensar, son procesos materiales, no espirituales, son del campo del ego, y no tienen nada que ver con la Meditación. Meditar significa terminar con todo el movimiento, y todo el ruido, para recién poder allí conocer toda la vida encerrada en ese silencio.
Repetir técnicas mecánicamente, transforma nuestra vida en una rutina que nos quita vitalidad, y empobrece. ¡Claro que sí, ¡Es posible! Eso nos pide: Una percepción fresca, del momento y espontaneidad en la respuesta. Nuestro comportamiento en la vida cotidiana es, en general, reactivo (tenemos horarios y exigencias de todo tipo); entonces, para equilibrarnos, optamos por tomarnos unas semanas de vacaciones. Salimos de nuestro ritmo, actuamos por impulsos y sin ningún orden, dejándonos ganar por la pereza, la pasividad, o los deseos; y sufrimos de apuros, ansiedad e impaciencia.
Todos tenemos que hacer un trabajo para vivir, pero podemos organizarnos: acostarnos temprano, levantarnos temprano, hacer nuestras prácticas y llegar al trabajo, sin correr, relajadamente. Al vivir el presente, encarando los hechos, no hay tiempo para la preocupación y la ansiedad, pues ellas surgen si nos salimos del presente, yéndonos al futuro, o al pasado. Necesito repetirme: “Esta es mi prioridad, la hago ahora lo mejor posible, con atención, y acepto las consecuencias”. Allí no aparece ansiedad. Lo importante no es el resultado de la acción, sino este momento de expansión de la conciencia. Pusimos atención y creatividad, dejando el resto a la Vida.
“Vivir el silencio” es en realidad una forma dinámica de meditación. Primero deberemos practicar una forma correcta de sentarnos para que no haya tensiones. Luego nos vamos introduciendo en el silencio, como fuente de todo sonido. Descubrimos una energía tremenda escondida en el silencio. Sentados, varios, nos será más fácil saborear ese silencio cargado de energías. Cuando el cuerpo ya aprendió a estar firme, pero sin rigideces, y a la vez relajado, pero sin abandonarse, podremos vivir en el día a día, con una conciencia relajada, moviéndonos y respondiendo desde el silencio. Recién allí descubriremos que es posible tener acciones sin tensión. Por eso sentarse en silencio es el primer paso para luego poder vivir en la dimensión del silencio, y sentir que en eso reside la tan buscada felicidad.
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