Cuando estamos concentrados en algo, allí el ego desaparece, y al no estar el ego, no hay miedos. Pero nuestro problema es que el ego vuelve enseguida a activar la mente con cualquier tipo de pensamiento y allí nos perdemos. Para qué esto no nos pase tenemos que centrar nuestra atención en lo que estamos haciendo o está ocurriendo, y en todo lo que se va asociando a ese hecho. Con esta práctica de atención y presencia nos vamos tornando menos rígidos con nosotros mismos, menos preocupados, menos críticos y mucho más compasivos con nuestros allegados.
Todos queremos sentirnos libres, no depender de otros, desarrollar la intuición, en fin, ser nosotros mismos. Y si además de todo esto pierdo mis miedos, entonces decido practicar la concentración todo lo posible, y para ello me repito mentalmente, dependiendo de lo que esté haciendo, o “Una cosa por vez”, o “Recuérdate, Diana”. Por ejemplo: algo que hago muy seguido es practicar la aceptación total y real del otro pues hay personas que rechazo y critico en algún sentido, (me molesta su manera de hablar) pero valoro y aprecio muchísimo su don de ayudar a otros y de servir a quien sea que necesite algo. Allí comprendo que la que tiene que cambiar soy yo.
La preocupación y las dudas son parientes de los miedos y el ego. Por eso quiero compartirles mis dudas ante el hecho de si tengo que usar audífonos, o si por ahora puedo prescindir de ellos. He consultado a los entendidos y quien me hizo la audiometría me dijo que mi comprensión de palabras sin audífonos es de un 60 %, y que con los audífonos puedo aumentar a algo más de un 80 %, que los tendría que usar sólo, cuando estando en un ambiente ruidoso o en una reunión, no escuche a quienes están alejados más de dos metros de mí. Pero como yo no voy a reuniones, y valoro mucho la paz que siento cuando puedo escuchar el silencio, decidí que por el momento seguiré así como estoy. Y una vez que decido algo una gran tranquilidad me invade.
Entonces para poder sentirle el sabor a la libertad necesitamos hacer una práctica continua de atención y presencia lo que nos irá transformando desde lo más profundo de nuestro Ser. Pero en nuestra niñez, ni padres ni maestros, se ocuparon de enseñarnos a “atender con atención profunda y sostenida” y ahora comprendo que ese es el eje fundamental de nuestra práctica interior porque “solo podemos conocer aquello que pudimos atender”. El universo personal tiene tal riqueza de variables, que merece ser mirado con interés, merece concentrarse en él, para así conocerlo. Para ello he de darme el tiempo para atender esas cosas que antes no atendía: el momento de bañarme, de vestirme, de comer, de cómo hago lo que hago… etc. Meditar cada mañana es mi gran ayuda y en esencia consiste en mantener una atención sostenida en el vacío de contenidos mentales, en la ausencia de pensamientos…
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