Muchas veces me noto ocultando una expresión de disgusto, amor, envidia u otra emoción a la que temo o de la que me avergüenzo, o que me turba demasiado como para revelarla, a eso lo conozco como timidez y su equivalente motor es “torpeza”. No me animo a expresar las molestias que esa situación hace surgir en mí, me siento torpe, incómoda y tímida, entonces cuando estoy sola, practico sin reprimirme, en silencio o como me gustaría hacerlo en la realidad, y me observo expresando libremente todo mi enojo y disgusto acumulados. Esta acción imaginaria, por sí sola, no es suficiente; pero puede darme la confianza para actuar en la realidad de la manera necesaria. Algunas veces pude observar cómo la timidez desaparecía cuando expresaba mis sentimientos a la persona interesada. Necesito de mucha creatividad e imaginación pues cada emoción que viva tiene muchas maneras de expresarse, sabiendo que también puedo hacerlo sin herir al otro. Se trata de expresar, de no ocultar, de dejar salir…
Ser «auto-consciente», es tomar consciencia de los propios rasgos y comportamientos condenados por nuestro juez interno o “Censor”. Este juez es una actitud crítica, que desacredita el propio accionar, y proyecta esa crítica en el entorno. Esto lo experimento «como si» fuera analizada por los demás y a plena luz. ¡Todos me juzgan! El evitar las miradas, las críticas y el propio desconcierto, hace que muchos tímidos desarrollen una rigidez en la mirada y en el cuerpo al pretender disimular su incomodidad.
En cada acceso de timidez hay algo suprimido, algo no dicho o no hecho, y esa tensión solo se supera cuando se expresa. Ser incapaz de decir un claro «No» a exigencias que uno querría rehusar, es la base de la timidez. Es el miedo ordinario a realizar un cambio, el miedo a perder la benevolencia de nuestro entorno. Y el rencor contra la persona que plantea estas exigencias nos deja un sentimiento de debilidad, de impotencia que nos priva de la paz mental
Importante no confundir la timidez con la “auto-percepción”, que significa ese estado subjetivo, ese sentir primario de que uno existe. Es «tener conocimiento de lo que uno es y hace». Por ejemplo, cuando uno está tan absorto en el baile que siente la unicidad de mente, cuerpo, alma, música y ritmo, entonces el placer que siente es de la auto-percepción, del sentirse a sí mismo. Pero podría darse una perturbación que impidiera seguir el ritmo de la música, o el cuerpo y la mente podrían no ir al mismo paso, o el compañero podría no armonizar con uno. Si en ese caso sientes deseos de desahogar tu desilusión, pero no lo haces, entonces pierdes auto-percepción y te haces más tímido aún. La acción en fantasía sólo tendrá éxito si puedes imaginar a tu oponente frente a ti, y sientas haber realizado un cambio en él. En realidad el cambio se realiza en uno mismo; algo muy importante, adquieres “confianza”, te sientes capaz de tratar situaciones difíciles, capaz de obtener el reconocimiento de los demás.
Las personas con grandes ambiciones, que quieren ser admiradas, ser el centro de atención, padecen con frecuencia una forma intensa de timidez. En el momento en que olvidan sus deseos de aplausos, y se concentran plenamente en los objetos de su interés en vez de en sí mismos, desaparece su timidez. Entonces una forma de curar la timidez es transformarla en consciencia de la acción, consciencia del momento presente, o sea ¡Presencia!
Muchos experimentamos “timidez” al sentir que nos observan mientras trabajamos, (al pintar, al escribir). Nos damos cuenta del cambio de actitud, de la falta de concentración, de la confusión y desconcierto general, y en mi caso específico, mi mano derecha comienza a temblar. Esto no es padecer de un complejo de inferioridad, es timidez. Todos estos sentimientos desagradables desaparecen en cuanto lo que hago, mi trabajo, y no yo misma, se torna para mí en mi centro de interés, (cuando me olvido de mí). Cuando me concentro en la impresión que produzco, pierdo la concentración en el trabajo y el resultado es incoherencia. (Aquí interviene el Ego). La personalidad individual es la que quiere ser aplaudida. «Los tímidos» estamos inclinados a evitar la luz del día, a aislarnos, y a condenar toda salida al foro como exhibicionismo. Sin embargo, este exhibicionismo es una forma tímida de expresión, lograda alejando sentimientos de vergüenza, miedo y turbación.
Los pasos curativos, que han de darse, son obvios: no sólo se debe tomar plena consciencia de las emociones, intereses e impulsos que se ocultan, sino que deben ser expresados con palabras, arte o acción. La timidez y el soñar despierto van con frecuencia de la mano, ya que el soñador diurno está lleno de material no expresado. Así como se puede inducir electricidad en una resistencia de alambre al colocarla en un campo electromagnético, así también se puede inducir, intensificar o disminuir la timidez en su específico campo de peligro variando la distancia a los polos. Los dos polos de este campo de peligro son la auto-percepción de cómo lo sufre y su crítica proyectada (inhibición, me critican…). Eliminando uno de los polos desaparecerá la timidez. Si la timidez es la negación de la espontaneidad, escapar a través de beber, tomar drogas, ser descarado, romper relaciones, etc., es la negación de la negación. El método «correcto» en el caso de la timidez sería: transformar el deseo de ser admirado, el miedo a que se fijen en uno, y el sentimiento de ser el centro de interés de todos, en actividades de entusiasmo, de presencia total, que te pidan mucha concentración, dándote cuenta a la vez de tu gran interés y placer en lo que haces u observas.
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