Hola mi querido:
Me preguntaste: – «¿A qué llamas vos “trabajo interior”?, – y recién ahora puedo responderte. Sabes bien que en primavera empiezan a darse cursos y talleres en “La Casa de Todos”, y luego de este largo y crudo invierno, donde la casa estuvo inhabilitada, cité a mis dos ayudantes para ponerla en marcha.
Al percibir la energía con la que los tres estábamos, decidí que ésta sería para mí una jornada de trabajo externo e interno a la vez. Yo daba indicaciones distribuyendo el trabajo, y me ocupaba del salón central, mientras afuera llovía sin parar, tal como sigue ocurriendo en este momento. Había silencio, buena disposición, y hasta esa alegría interna por el sólo hecho de estar viviendo, y compartiendo algo, lo que sea, con otros…
Entiendo que “Trabajo Interior” es poder atender todo lo que el momento presente demanda, sin distraernos con pasados o futuros, siendo conscientes y agradecidos por la riqueza de todo lo que ese momento trae. Intentaré relatarte en tiempo presente, alguno de esos “darse cuenta” que son verdadero alimento para el alma…
Porque llevo intentando lo mismo muchas veces, y cualquier cosa sirve para distraerme de la propuesta, me voy conociendo cada vez un poco más y sé cuáles son mis puntos más fuertes, que ayudan, y las debilidades, donde tiendo a caer, donde debo cuidarme para no perderme…
Estoy con un pequeño plumero sacando las telarañas de todas las esculturas (de raíces lavadas por el tiempo, todas con toques tuyos,) presentadas delante de los seis ventanales. Noto el cuidado y el cariño que pongo al tomar cada pieza, me conecto con momentos, hace tiempo, en que compartíamos la alegría del hallazgo, en las costas de algún lago, o en la trepada a algún cerro. En este preciso momento me siento allí, compartiendo contigo lo que en esencia somos: amor, emociones, energía… como hebras de la gran trama que entre todos tejemos. Y ese pasado, se hace presente, y es vivido intensamente… ¡Qué maravilla!
Ordeno el trabajo de los tres para que nadie ensucie lo que ya fue arreglado. Aparece el ego indicando que mire la hora a ver cuánto nos queda… ¡El reloj!, es una de mis debilidades, y ya el brazo se está moviendo, y la cabeza está girando, cuando una voz interna me dice, ¿para qué?, si te apurás te tensás, y terminarás rompiendo algo de lo que tanto aprecias… El brazo vuelve a su posición, sonrío, está vez no caí en la trampa. ¡Eso es trabajo interior! y la voz que me guía, es la “mente abstracta”, cuya misión es conducirnos hacia una mayor consciencia; es la brújula que nos orienta en la dirección correcta, y a la que todos necesitamos reconocer y escuchar.
El cuerpo es otro de mis colaboradores… Él, a través del dolor me avisa, y yo le agradezco, pues cuando el entusiasmo por lo que estoy haciendo me atrapa, olvido de atender la “postura corporal” que sería el “termómetro de la consciencia”. En esta etapa de mi vida es imprescindible que prevenga molestias futuras, que no me olvide que aún tengo muchas canciones por cantar.
Y ahora dado que mi cuerpo me está avisando, y lo escucho, me despido para seguir compartiendo en cualquier otro momento. Desde lo más profundo y auténtico en mí, quien mucho te quiere.
7 noviembre, 2018 a las 1:51 pm
Que maravilla !!yo también sentí su amorosa presencia al leerte y ver las esculturas, y ese pasado es presente por instantes… me emociona y me alegra tu camino.. te sigo con Amor, Andru
8 noviembre, 2018 a las 8:36 pm
Gracias Andre,la energía vivida no se pierde, está en un continuo reciclamiento y como bien dices, en ciertos momentos vuelve a tocar nuestra emoción.