Hacer eso no es algo fácil; ¿de qué manera lo podríamos hacer? Será necesario conocer primero cómo funciona nuestro sistema nervioso. Cuando estamos realizando algo es muy común poner demasiada tensión muscular o muy poca, (observa si aprietas tus maxilares) y con eso, además de restar eficacia a lo que hacemos, generamos un mal hábito. Por otro lado, no tenemos conciencia del trabajo muscular que contrarresta la fuerza de gravedad, y estamos parados sin saber cómo.
La postura erguida es mantenida por una parte antigua del sistema nervioso, ejecutora de mucho trabajo complejo. Va un ejemplo: Para que todo nuestro cuerpo no caiga para adelante se está haciendo un importante trabajo muscular en la parte posterior de la pelvis y las pantorrillas. También nuestra cabeza caería hacia adelante, si los músculos de la parte posterior del cuello no estuvieran contrarrestando la acción de la gravedad. Es un “sistema involuntario”, del que solo tenemos un atisbo en la conciencia.
Una postura correcta debería ser atributo de toda persona nacida sin grandes defectos físicos. La organización de esa postura depende de ese sistema involuntario o instintivo. Nosotros tenemos también un sistema voluntario, relacionado con nuestro gran poder de adaptación y capacidad de aprender, por lo que podemos ir creando nuevas respuestas, como resultado de nuestras experiencias, para lo que sea que nos vaya apareciendo.
Nuestra acción voluntaria estará bien orientada, cuando hayamos aprendido a reconocer los esfuerzos innecesarios que estamos haciendo como consecuencia de malos hábitos y de los que, en general, no nos damos cuenta. Si nos libráramos de ese esfuerzo superfluo, retornaríamos a la etapa en que desaparece todo esfuerzo voluntario por conservar el equilibrio, pues las partes antiguas del sistema nervioso encuentran para cada uno, la mejor posición compatible con el físico heredado que trajimos al nacer.
Los psoas ilíacos son los músculos más profundos estabilizadores del cuerpo. Es el responsable de que podamos levantar las piernas para caminar. Es además un “órgano de percepción”, con un gran componente emocional, compuesto por tejido bio-inteligente, que encarna nuestro profundo deseo de crecer y de florecer. Es un mensajero del “sistema nervioso central” que nos avisa a través de esas “mariposas en el estómago”, debido a que está conectado con el diafragma, y también lo afectan la respiración y los miedos.
El buen hábito que quiero instalar es enderezar mis vértebras lumbares, los ejercicios que actualmente estoy realizando, con perseverancia y fe, todas las mañanas al despertar, es calentar con movimientos circulares todas las articulaciones, sigo con torsiones y estiramientos, sobre todo de la columna, sintiendo una fuerza que me tira de la coronilla, y sin olvidar de entrar el abdomen en todo momento. Sincronizar los movimientos con la respiración. Los hago lentamente algunos de pie, otros son en silla, y otros acostada en una cama que he endurecido con tablas de manera que la sensación sea de estar en el piso. Cada uno ha de buscar y consultar qué es lo más conveniente para su estado. Yo encontré que además debo salir por las tardes a caminar, pero sin cansarme, pues eso mejora mi ánimo y mi aceptación de todas las molestias debidas a la edad que tengo.
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