Después de ver dos veces el documental Yo Soy, escribo acá lo que recuerdo y todo lo que movió en mí
Cuando me pregunto ¿Qué es lo que más deseo en la vida? me digo: “Es trasmitir a otros lo que día a día estoy aprendiendo”. Pero a la vez me aparecen tantas preguntas que creo que tendría que comenzar analizando quién es el que se hace tantas preguntas y más cuando algunas preguntas son bien complejas. Para poder responderme a mí misma, cierro mis ojos y ante todo me tranquilizo respirando con conciencia.
Recién allí puedo preguntarme: ¿Quién es el que está preguntándose esto? Y ¿Quién es el que aparece adentro mío y me dice: ahora tengo que suspender la escritura para ir a cenar, aún cuando lo que más deseo es seguir escribiendo?
¿Quién es el que ahora se siente confundido con tantas preguntas?, y ¿Qué hay más allá de todo esto y de la mente que se confunde, y del intelecto que analiza, y de la memoria que me recuerda lo que tengo que hacer? Lo importante es saber que detrás de todo esto nos empuja el camino de la evolución, el que ya comenzamos a transitar como humanos que somos.
Tenemos diferentes maneras alternativas de vivir y de relacionarnos unos con los otros. Los humanos necesitamos otra forma de pensar si queremos sobrevivir, sino desapareceremos como pasó con los dinosaurios y tantas otras especies. Necesitamos también: “Una percepción fresca, reciente, del momento” para que aparezca “espontaneidad en las respuestas”. Es posible estar internamente vacío, encontrarse con ese vacío, con ese silencio y desde allí ser espontáneo, nuevo cada vez. Nosotros somos seres creativos, y entre todos generamos esa atmósfera que es la suma de las maneras en que vamos imaginando el mundo.
Yo me pregunto: ¿Qué está mal en nuestro mundo? y ¿Qué podemos hacer al respecto? Nos contamos historias a nosotros mismos para poder sobrevivir y la mayor historia que nos contamos es la historia científica. Lo que era científico hace trescientos años, ya no es verdad, y lo seguimos teniendo como una verdad absoluta. Lo que ahora nos prueba la ciencia ya dejará de ser verdad dentro de poco tiempo. Pero así creamos un mundo bajo la gran mentira de que estamos separados, y si me siento agredido por otro, sólo puedo golpearlo, gritarle, o quemarlo, (es la base de tantas guerras).
Estamos dirigiendo nuestra sociedad como si el ser humano fuera algo mecánico. Así creamos una educación y un mundo basados en la competencia y la escasés. Dentro de mi grupo quiero ser el número uno, socialmente quiero ser importante. Creemos estar diseñados para competir y sobresalir dentro de nuestro entorno, sea el que sea el ambiente en el que estemos, y muchos piensan también que es conveniente ser egoístas, ser grandes consumidores y que tener muchas cosas y muchas casas es el secreto de la felicidad.
La manera como nos relacionamos nosotros con nuestras cosas está basada en una verdad y en una mentira. La verdad es que si estoy mal abrigado, en una noche fría que esté nevando, no puedo sentirme feliz. Si encuentro alguien que me brinda su casa, su sonrisa y un plato caliente entonces con muy pocas cosas, me siento feliz. La gran mentira es que entonces si tengo más y más cosas, seré más y más feliz.
Las personas somos inducidas de muchas manera a acumular y no nos preguntamos si de verdad esto nos hará más felices o no. Tenemos que analizar con mucha atención eso que queremos. Somos como caníbales, no porque nos comamos la carne de otros sino que nos comemos las vidas de muchos otros.
Nuestra cultura se destaca por el grado de soledad en que estamos. Perdimos el sentido de ser seres comunitarios y privilegiamos las ideas del materialismo como camino hacia la felicidad. Tendemos a mimarnos a nosotros mismos y a buscar lo desagradable en todo sin darnos cuenta que eso nos hace sufrir por no encontrar el valor que tiene el solo hecho de estar vivos. Antes la gente hablaba de monstruos, pero ahora hablamos del mercado y de la economía como si fuera una cosa.
Nos separamos de la naturaleza y del mundo natural y creemos que la economía es lo más importante en nuestra vida. Y por la economía y el progreso es que nos comemos la vida de tantos otros que ni siquiera conocemos. Y generamos las guerras de todo tipo, también la de pobres contra ricos sin sentir nada de culpa. Nunca nos hacemos las preguntas importantes como: ¿Para qué quiero tal cosa?, o ¿Cuánto me es suficiente? Sabemos que la avaricia es un pecado capital pero resulta que nuestra avaricia salva a millones de estadounidenses. Se nos generó la idea de que somos una especie distinta y separada del resto de los seres vivos. Así cada cultura se enfrenta a los límites de su crecimiento, o se reinventa de alguna manera para seguir siendo sostenible.
El hecho es que, como especie, estamos haciendo todo mal y para no extinguirnos tenemos que hacer cambios radicales desde el gobierno, no solo desde el nuestro, sino desde todos los gobiernos del mundo. La pregunta es: ¿Está en la naturaleza esencial de los humanos cooperar o dominar, tener una monarquía o una democracia? Para las culturas aborígenes de nuestra tradición la cooperación era el valor más alto y la competencia el valor más bajo. La competencia más allá de ciertos límites era considerada una enfermedad mental.
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