Hoy, para mí, es un día de cuestionar todo este mundo en el que estoy viviendo. Entre tantas otras cosas me pregunto: ¿Cuál es el sentido de que estemos los humanos, con semejante capacidad de destruir y de matar, acá en este planeta? Creo que somos el producto de la constante evolución de “la Vida” en la Tierra. Al principio era un planeta rocoso, y luego con agua y bacterias, se fueron formando lo que titulamos los cuatro reinos: mineral, vegetal, animal y humano.
Pareciera que somos lo humano en plena degeneración. Quizás la próxima evolución sea hacia seres cada vez más conscientes, que sigan en un desarrollo constante, y todas las almas deseen estar acá, en este planeta donde lo que más atrae es el amor. Yo conservo este deseo con la esperanza de que nos será otorgado, pues ya el desearlo y el esperarlo abren la compuerta para que eso se produzca, como tantas cosas se me fueron otorgando cuando comencé a volcarme hacia el lado positivo y esperanzador.
Ahora vuelvo a mi pregunta de: ¿Existirá una familia verdaderamente feliz? Definamos primero qué es “la felicidad”, y cuándo la solemos experimentar. Para mí es una sensación física mezclada con intensos sentimientos de amor y hasta de euforia, por esta vida, y por todos los seres humanos, incluyéndome a mi misma. También hay una especie de admiración por todo lo creado, y de incredulidad, de llegar a sentir esa alegría que corre por nuestras venas, y es como si borboteara por la piel…
Es difícil definir la felicidad, y cada vez que quise hacerlo dije algo diferente. Me parece que pocas personas la sienten, salvo aquéllos que están en una búsqueda espiritual, que meditan, y por instantes tocan ese absoluto silencio mental. Yo pude sentirla varias veces, estando en contacto con la naturaleza. Era un sentimiento tan intenso, que hasta hizo que alguna vez me brotaran las lágrimas… Esto, así, es algo que puede ser experimentado en forma individual, no por una familia.
Una familia está compuesta por varias personas, todas diferentes, que por momentos dicen que se aman, que son felices, y por momentos discuten, pelean y se separan, por más o menos tiempo. Yo pertenezco a dos familias: la de origen, donde nací, y la que formamos con mi marido, muy diferentes la una de la otra, y diría que en las dos, a veces se experimentó ese sentimiento de unión y de camaradería, que podría definirlas como «familias felices», pero otras veces se produjeron separaciones que aún siguen sin resolverse.
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