Hoy pude experimentar lo que sería vivir todo el tiempo en ese mundo en el que me gusta vivir. Hablábamos de plantas con una compañera en el gimnasio, que además es vecina mía, y cuando la estoy acercando a su casa, para que deje allí las papas de topinambur que yo le traje desde El Bolsón… noté la energía en la que flotábamos. Ambas irradiábamos felicidad al coincidir en ese gusto de cultivar, de ver crecer, del aprecio por lo simple, por lo más natural, lo saludable, lo bello…
Ella me ofrecía esto y lo otro, no había ningún interés económico, entre medio no existía el dinero, se daba simplemente el intercambio por querer compartir eso que cada una hace, eso que es la propia habilidad, el conocimiento, lo que has aprendido… ¿Te gustaría vivir en un mundo así?
El mundo que cada uno vive es reflejo de su realidad interna, eso todos lo escuchamos. Percibía una energía similar a la mía también en ella, y hasta diría que al vivirlas juntas, ambas energías se contagiaban, se potenciaban, se definían, se hacían una y la misma. Las sonrisas se ampliaban, y el sentir se hacía tan intenso que sé que perdurará en el tiempo, como esos recuerdos que traen de nuevo ese tipo de vibración que es tan sanadora y vivificante…
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