Creo que todos estamos suponiendo la mayor parte del tiempo, por lo menos yo lo hago, y si bien quiero quitarme ese hábito, no lo estoy logrando. Vivir con los cuatro acuerdos de Miguel Ruiz puede transformar nuestra vida. Sería conveniente recordarlos acá para tenerlos siempre presentes.
1) – Ser impecable con las palabras: pues las palabras son poderosas fuerzas creadoras de la realidad. ¡Cuidemos nuestras palabras! Que no haya maltrato, ni juicios, ni críticas, hacia nadie. Nuestra opinión no es más que un punto de vista proveniente de nuestras creencias, puede ser o no ser verdad.
2) – No tomo nada personalmente: necesito ser responsable para decidir si voy a creer lo que me dicen las voces internas (creencias) o las externas sobre mí o sobre otros. Cada uno vive su propia historia y pinta su propio cuadro, nada tenemos que defender, somos inmunes al veneno de las palabras. Vinimos acá a la tierra a ser felices, a conocer el amor. Somos la vida manifestándose a través de cada elección que hagamos. ¿Cómo te gustaría que fuese tu historia?, ¿Cómo cuentas los sucesos, como melodrama o sin el drama?
3) – No hacer suposiciones: habrá que verse en el mismo momento de suponer. “Estoy suponiendo, mejor pregunto”, lo que pasa es que nos da miedo preguntar.
4) – Haz siempre lo máximo que puedas: y acepta las consecuencias de tus actos.
Vivir con estos cuatro acuerdos no es cosa fácil, a mí me está costando mucho, pide mucho trabajo interior, una atención constante, nos pide ser verdaderos, aceptarnos así tal cual somos. Lo que pasa es que nuestras creencias nos condicionan, y hay dos tipos de creencias: las que nos favorecen y las que nos perjudican. Tanto lo que me atrae, cómo lo que rechazo son espejos de partes mías, porque yo los creé. Ayudan a que me vea, a que me pregunte: ¿Esto qué me dice de mí?
Mi mente inferior y mis emociones son cada una espejo de la otra, son lo mismo. Puedo acechar los pensamientos y transformarlos. ¡Yo elijo! Cuando pienso en lo que está bien y en lo que está mal termino enjuiciando o queriendo castigar. Concentremos los esfuerzos en elegir qué experiencia quisiéramos tener para construirla cada día con la fuerza de la intención. La vida no es una lucha, no es una batalla, no es para ganar o perder. Cuando me relaciono atacando, el otro se defiende. Subamos al gran juego y creemos la realidad que elegimos. Cada decisión que tomo es una opción entre el milagro y la aflicción entre la felicidad o la tortura. Es más fácil y lindo ser feliz que infeliz y estar sano que enfermo.
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