Y más aún si uno puede cultivarla, cosecharla y después comerla ya sea cruda o cocida. Así como no es lo mismo leer el menú que ofrecen en un restaurant que poder saborear la comida que allí el mozo te alcanza, tampoco sabe igual lo que cultivas, cosechas, y te preparas tu mismo que esa que otro la cocinó o peor aún, te compras, para comer apurado mientras caminas por la calle. Hablo de la “comida chatarra”.
Y ahora quiero contarles como vivo yo los momentos en que cocino mi comida, pero sobre todo el placer que me produce y cuánto me divierte, elegir los condimentos que le voy poniendo y probando para ver si necesito agregarle un poco más de vinagre o aceite, o qué le puede estar faltando a esto para quedar totalmente a mi gusto. Ahora tengo que cortar, esto de escribir sobre mis vivencias, algo que también me gusta muchísimo hacer, pues es hora de preparar mi cena, y cuando el estómago llama, no lo hago esperar.
Ahora ya es otro día. Estoy muy contenta porque una pareja de amigos, que no veo desde hace meses, vienen a almorzar conmigo. Ellos traen comida para compartir, y yo ya sé que esto que tendremos dentro de un rato será un verdadero festín. Estuve preparando mi parte tratando de recordar qué es lo que a cada uno de ellos les gustaba más, y fue muy lindo ver la conexión que entre nosotros se iba produciendo.
Lo bueno es que tenemos una manera muy parecida de comer. Los tres cuidamos mucho nuestra salud y nos gusta que todo sea lo más natural y fresco posible y cocinado por nosotros mismos. Ellos viven todo el año en El Bolsón, y yo últimamente sólo me paso los veranos allá, en la “chacra” donde junto a mis ayudantes cultivo lo que comeré durante todo el año.
Y siguen apareciendo más y más recuerdos también mientras escribo. Ambas actividades, de las que aquí estoy hablando, el cocinar ya sea para mí o para compartir con otros, y el escribir mis vivencias, que puedo decir que me apasionan, tienen en común que llevan toda mi atención hacia mi mundo interno, mundo que muchos lo llaman “el inconsciente”, pero que resulta interesantísimo cuando lo podemos hacer “consciente”.
Nuestra mente está en general atraída por todo lo externo, son los cinco sentidos los que la arrastran, y por eso es necesario que hagamos la práctica de enfocar la mente en un solo punto, ya sea interior o exterior, lo que en Sánscrito se llama “Pratiahara”, o sea retraer los sentidos. Es llevar a la mente hacia su fuente, para en vez de reaccionar, actuar con más conciencia. Al conseguir que nuestra mente quede libre de sus tendencias a irse hacia afuera podemos llegar a descubrir, que la verdadera luz y felicidad, están dentro nuestro, junto con toda esa aceptación y amor incondicional por todos los seres vivos que nos rodean, incluso los vegetales que me como.
31 agosto, 2021 a las 4:48 pm
A mí me pasa cuando uso las botellas de salsa casera o les llevamos a las chicas de regalo!!! Es otra cosa!!!
8 septiembre, 2021 a las 1:46 pm
Si, opino como vos, todo lo casero tiene otro sabor. y acá hablo del sabor a través de las papilas gustativas, y del sabor psíquico o emocional.