Lo interesante de esto es que nuestro ser está en constante cambio, y así como “dos veces no nos podemos bañar en la misma agua de un río”, tampoco seré la misma ahora que dentro de un rato. Me pregunto: ¿Qué es el propio “Ser”? Pará mí “Ser”, “Alma” y los atisbos de “Conciencia Infinita” presentes, en mayor o menor grado, en cada uno de los seres humanos, serían solo diferentes nombres que damos a lo mismo: a esa parte más profunda nuestra que nos conduce, y nos guía siempre con mucho amor; acercándonos mediante sincronías, todo lo que en verdad estamos necesitando.
Todos queremos que se nos reconozca por lo que somos, definirnos, tomar una posición, encontrar el centro de nosotros mismos, respondiendo de la mejor manera posible a lo que sea que la vida nos vaya presentando. Pero a veces, nos confundimos, porque quien nos habla es el ego, que también quiere guiarnos, pero lo hace a través del miedo, o de lo que puede dejarnos una ganancia o un rédito en méritos. El ego tiene sus propias fronteras, sus propios límites y expectativas, y no nos representa. Acepta a ciertas personas sí, y a otras no, deseando hacerlas cambiar.
Podemos pensar solo en una cosa a la vez, y en general es el ego el que nos habla a través de nuestra mente. Los “límites o fronteras del ego” es un fenómeno natural que tiene que ver con todas las situaciones de nuestra vida. Cualquier familia o comunidad forma su propia frontera: – “los artesanos somos más creativos que los científicos”, mientras que la gente de ciencia dice: – “somos más creativos que los artesanos pues hemos de imaginar con anticipación cómo se las arreglará cada molécula para responder a lo que ese organismo está necesitando”. La idea de “las fronteras” es la generadora de peleas y de guerras. Casi todas las tremendas guerras que la humanidad ha venido sufriendo se han generado en las fronteras entre países limítrofes.
Esa frontera creada, es una idea de más o menos, mejor o peor, etc.; que ya tenemos muy fijada en nuestra mente, y que con ejercicios de atención y silencio interior, podemos aprender a estar dispuestos a soltar. Muchas veces cuando me siento a escribir estas entradas, parto de la idea de un título, pero si voy viendo que al ir escribiendo el tema principal fue cambiando, comprendo que tengo que estar dispuesta a cambiarlo por el que vea más apropiado. Ayer justamente estuve ayudando a mi nieta adolescente, a realizar un trabajo en yeso sin que ninguna de las dos supiera cómo se trabaja el yeso. Ella quería hacer una mano agarrando algo, y parece que terminará siendo un animalito sufriendo. Se trata de aprender a soltar.
Cada uno de nosotros es un organismo vivo, es un todo, que necesita de su ambiente para sobrevivir. Además deseamos ser seres saludables y no enfermar. La aceptación de sí mismo, el cómo siento que yo soy, es un factor muy importante cuando buscamos una verdadera salud. Nuestro deseo de cambiar algo en nosotros mismos nos indica que estamos insatisfechos con lo que somos. Vivimos con un porcentaje muy bajo de nuestras potencialidades, quizás por no conocernos o capaz por no aceptarnos así como somos por nacimiento o por constitución, no nos estamos permitiendo ser enteramente nosotros. Así nuestro carácter se rigidiza cada vez más, respondiendo solo a formas de actuar preconcebidas.
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