El “Recuerdo de sí”, practicado en profundidad, es algo muy interesante para hacerlo, y para observar sus efectos después de muchos años de práctica. El nombre en sí viene de la escuela del Cuarto Camino, que guió el maestro Gurdjieff. Lo aprendido me quedó muy grabado como para, actualmente, decirme cuando me encuentro distraída en mi diario vivir, “Recuérdate a ti misma, Diana”. Después de muchos años de practicarlo con el Dr. Murata quiero atestiguar sobre los efectos que fui notando sobre mí misma. Puedo decir, que poco a poco, me fui tornando más sabia, más intuitiva y más certera con mis decisiones.
Además creo estar más creativa, y mucho más aceptante de mí misma y de los demás. Sé que la actitud de vida que tengo influye sobre todo esto y que también lo hace el trabajo interior que vengo llevando en estos últimos cuarenta años de la manera más constante que fui pudiendo tener. El Dr. Murata, era una persona tan especial que significó un antes y un después en la vida de muchas personas. Yo viajé a Bs. As. por una cuestión de salud cuando otro médico me dijo que mi única solución a mis dolores era una operación de columna, y “el doctor”, como después lo llamábamos todos, me curó con homeopatía.
Cuando “el doctor” me fue conociendo un poco más me dijo que si hubiera en Bariloche otras personas con los mismos intereses que yo, él formaría acá un grupo de “Autoconocimiento”, pues él venía en enero y en julio a la casa que tenía en el mismo barrio en que yo vivía, a unas cuatro cuadras de donde era mi casa en aquél momento. Allí me asombró esa “coincidencia”, que después supe que eso era una “sincronía”, que ambos habíamos atraído por la coincidencia de nuestros deseos. Supe que el Universo, la Vida o Dios, estaba respondiendo a nuestros pedidos, que yo ni sabía que estaba haciendo.
Eso ocurrió en enero del 1984, para julio de ese año el grupo estaba formado por doce personas, mis amigos y algunos conocidos de ellos. Allí comenzó una vida diferente para todos nosotros. A mí, mi marido e hijos me decían que estaba “monotemática” con el asunto del Cuarto Camino, y se fue creando una resistencia en ellos sin que yo me percatara. Estaba obnubilada. Algunas reuniones se hicieron en la casa del «doctor» y después fueron realizándose en mi casa y en las de algunos otros del grupo. Así fuimos teniendo tareas semanales de autoconocimiento que el Doctor enviaba desde Bs. As. o nos las daba personalmente cuando él estaba acá. Recuerdo en especial que la primera tarea que tuvimos fue estar conscientes en el momento que estoy atravesando una puerta, en ese momento, ni antes ni después. Algo que aún actualmente, me resulta difícil de hacer.
Después el grupo fue creciendo llegando a contar con veinte o veinticinco integrantes y duró casi veinte años, hasta que nos enteramos que el Dr. había fallecido junto a su señora en un accidente cuando retornaban a Bs. As. Eso fue algo tan sorpresivo e inesperado que no podía reponerme. El llorarlo tanto como lo lloré, no me aliviaba. Para colmo, mi marido no estaba, había viajado a un lugar en el que no había comunicación posible, y no podía avisarle de esa desgracia. El Doctor era igualmente admirado por ambos. Se había tornado en nuestro asesor matrimonial y a quien consultábamos juntos para acordar sobre la educación de nuestros cuatro hijos. Habíamos perdido a nuestro ¡padre espiritual!
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