La madre de Mónica tiene noventa años, vive lejos de su única hija y sola… María, la vecina, que ayuda a la anciana en lo que puede, le envía un mansaje a Mónica donde le indica que a su madre no le queda mucho tiempo de vida, que por favor viaje.
Moni tiene sesenta y nueve años, también vive sola, pero aún se mantiene muy ocupada pues es modista, y tiene varios trabajos sin terminar. El mensaje le impide razonar pues quiere cumplir con sus compromisos, pero a la vez necesita viajar… “No puedo dejar de ver y abrazar a mamá”, se repite. La misma tarde, habla con sus clientas y decide viajar en colectivo pues su presupuesto no alcanzaría para el avión y eso le significará un día con su noche, de incomodidad y mal dormir.
Llega a destino y ansiosa, no sabe qué hacer, como expresar su angustia, su cariño, y cuánto lamenta siempre el tener que vivir tan lejos de ella. Se acerca al lecho de su madre, ya con ojos llorosos… Su madre es un bultito pequeño, solo un rostro, con su mirada perdida que parece no verla o no reconocerla. – Mami, soy Moni, tu hija… – no repite pues se da cuenta que su madre tampoco la escucha… y sus lágrimas comienzan a rodar por las mejillas…
María se acerca a saludarla con un abrazo, que Moni siente que es consolador. – Está así hace tres días, yo he pedido ayuda al Servicio Social y todos los días viene una enfermera a verla. Ella me dijo que le envíe el mensaje y que empecemos a despedirla, pues así la ayudaremos a partir…
Moni no puede contener el llanto, pero a su vez percibe que con esa emoción no está ayudando a su madre. Gracias a su entrenada voluntad, consigue dominarse, toma un vaso de agua, se acerca a la madre y le dice: – Te quiero mucho mamita, – le acaricia la cara y las manos mientras piensa “En ese otro mundo donde estás yendo, están los abuelos esperándote y pronto iré yo también… allí nos reuniremos todos…
Se queda callada, y con dolor comienza a recordar su infancia, tan mimada por ambos padres, chacareros. Única hija, recibió todo el cariño que necesitaba… y más mimos y gustos que los convenientes. Como vivían en el campo, a los trece años tuvo que separarse de ellos para hacer su secundario en el pueblo y al terminarlo ya decidió seguir viviendo en la ciudad.
La vida sigue transcurriendo, el padre fallece cuando Moni tiene treinta años, ella viaja para despedirlo, y esa es también la última vez que pudo ver a su madre… Han seguido comunicándose pero no estuvieron cerca una de la otra… Moni, lamenta eso, se arrepiente, y eso le provoca sollozos ya audibles que trata de contener… pero se da cuenta que con arrepentirse ahora, está haciéndole aún más difícil el partir a su madre. Trata de tranquilizarse…
Busca una silla, se sienta al lado de su madre, y pasa un rato respirando profundo, pues sabe que eso la calma… y en voz muy baja, casi mentalmente, con increíble dulzura comienza a hablarle: – “Te quiero mucho mamita, puedes irte tranquila, perdóname todos los rezongos y dolores que te provoqué, el mundo al que vas, y al que todos iremos, es un mundo de felicidad total, donde solo reina el amor… – y se queda callada, muy callada, solo acompañando…
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