¿Cómo despertar esa parte nuestra que nunca podrían arrebatarnos, me refiero a una conciencia ampliada, una presencia en cada acto y cada decisión que estemos tomando. Allí reside nuestra fuerza, tenemos el poder de crear eso que sentimos.
La vida toda es una plegaria. Sin cesar enviamos nuestros mensajes al Universo, mensajes de sanación o enfermedad, de paz o guerra. Y esa Inteligencia Máxima o Dios, nos devuelve lo que sentimos, lo que hemos orado.
La oración es la consciencia, es ese estado del ser en el que nos encontramos, y no algo que hacemos en un determinado momento del día. Debemos sentir en nuestro corazón, la respuesta al sentimiento de nuestra plegaria, sentir la alegría de que ya se ha realizado, antes de que sea una realidad en nuestra vida. Eso es contar con una confianza básica, esencial. Las antiguas tradiciones ya conocían que nuestra plegaria es más efectiva si la preparamos con todo nuestro ser: cuerpo, mente y espíritu.
¿Cómo prepararla? – me pregunto yo. Dejando en suspenso todos los juicios, temores y penas. Desde este estado “neutro” podemos ofrecer una plegaria con fuerza y claridad, y no un pedido que nace del dolor y la carencia. Así entramos en un estado de conciencia que es el mayor beneficio que nos aporta nuestra oración. El Universo es un sutil campo de energía que refleja lo que somos momento a momento. El antiguo Don de la Bendición, nos allana el camino para ofrecer nuestra plegaria desde la fuerza y la claridad, y no desde la duda y la incertidumbre.
Con el acto de bendecir damos por supuesto nuestro poder de liberar las heridas más profundas y los sentimientos no resueltos. Esta es la apertura que permite que se inicie la sanación. Para disponernos a aceptar la bendición en nuestra vida, antes sería muy bueno que podamos responder con sinceridad una pregunta que nos ayudará a definir dónde están nuestros límites en lo que se refiere a lo bueno y lo malo de la vida, o sea nos ayudará a traspasar la vieja idea de que para reparar algún mal alguien debe pagar y otro debe desquitarse. En otras palabras: ¿Estamos preparados para ir más allá del tipo de razonamiento que justifica herir a otro, porque te ha herido? Si la repuesta es afirmativa, te sentirás mucho mejor, si es negativa debes averiguar por qué decides seguir aferrado a una idea que te mantiene encerrado en ese dolor que te lleva a sufrir y a preocuparte. Estas preguntas no tienen respuestas correctas o incorrectas. Nos ayudan a tener más claro en qué punto nos encontramos de nuestro proceso de razonamiento y qué esperamos conseguir recorriendo el camino que cada uno ha elegido.
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