Sigo preguntándome: ¿Quién soy yo y cuál es la función del Ego en mí? Pareciera que está a mi total disposición, ¿pero que parte de mí lo comanda? Continúo observando: Todas mis rutinas y hábitos ya bien establecidos, no me quedan dudas, que pertenecen a la función del Ego, y que él mismo se comanda, establece, y dirige todo eso. El Ego es el hacedor en mí, el que determina los momentos, ahora esto, y después esto otro, los ritmos o velocidades de ejecución, las herramientas a utilizar, y los resultados a conseguir… casi podría decir que mis padres, principalmente mi madre, han quedado metidos en mi ego, en esa parte mía…
Últimamente escucho otras voces internas que me sorprenden, más que voces podría decir que son extrañas ideas que me asombran, las veo y las suelto… Pero vuelven a aparecer y la idea me atrae, algo que se podría hacer, ¿por qué no?, Nadie lo pide, pero la idea está… ¿de dónde viene esto? – me intriga saberlo… y siento que lo veré mucho más claro, si me animo a poner esa idea en marcha. Por ejemplo: Tuve que resolver tres o cuatro trámites sencillos por la mañana, y observé cómo de inmediato se organizó en mí toda esa salida, algo que hace mi Ego: “Primero conviene ir acá, segundo, tercero, y por último, este otro”; con todas las explicaciones del porqué de ese cronograma, todo muy bien justificado, y que me convendría salir a las 11 hs, con dos horas será suficiente, el banco cierra a las 13 hs. Allí aparece la insólita idea, ¿y si le dedicas tres horas y experimentas lo que sería vivir con márgenes más amplios, algo que no conoces? – ¿De dónde sale esto? – me pregunto… Vuelve a aparecer mientras estoy en el gimnasio, y allí decido, “si no vuelvo a mi casa, podré dedicar más tiempo y experimentar lo que es andar con tiempo sobrante…”
Así hicimos, junto con mi Ego, respetando su cronograma bien justificado, pero sintiendo tal placer, tal holgura, y una hermosa sensación de libertad. Noté la falta del estrés que siempre me produce tanto tráfico, esa enorme cantidad de coches moviéndose todos juntos, casi atropellándose… pero esta vez me vi amable, sonriente, esperando mi turno para poder doblar a la izquierda… Esa voz, tranquila, amorosa, venía de otro lugar en mí, de un lugar más profundo, el ego colaboró, aceptó, se dejó comandar, cumpliendo así su función al servicio del alma. Agradecí esa nueva armonía entre mis partes, y el Ego se sintió felicitado. No quiero olvidar de reconocerlo y agradecerle cada vez.
Pasaron varios días, nuevamente aparece otra idea insólita, jamás a mí se me podría ocurrir algo tan extraño y me sonrío, no me quedan dudas que esa idea no me pertenece… No le pertenece a mi cerebro izquierdo, a mi parte lógica, a mi manera habitual de hacer las cosas o los servicios… Como voy manejando sigo de largo, pero al otro día vuelve a aparecer, y al otro de nuevo y siempre extrañada y divertida observo eso y me digo, “hoy voy a hacerlo, tengo que animarme para ver que me produce hacer algo así…” y cuando ya estaba volviendo para mi casa escucho clarísima la voz del Ego: “Dijiste que lo harías, tiene que ser ahora, sino ¿cuándo?”… Paré el coche, me crucé la calle, la persona se extrañó tanto como yo, me miró, me dijo ¡Que Dios la bendiga! y al subir al coche sonriente y feliz volví a agradecer a todas las partes mías que así intervinieron. También supe que ya no estoy tan identificada con el Ego, que es una herramienta útil, que no tiene porqué entronarse y dirigir todo el accionar. Supe que buscaríamos los aplausos de los más allegados, que tanto nos gustan, y propuse: “Vamos a ver si esto podemos no contarlo a nadie”. ¿Cuánto durará este silencio…? hasta ahora vamos pudiendo los dos.
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