Cuando no confío, controlo. Controlo cuando no estoy atenta porque ya he adquirido el hábito. De niña me molestaba el rígido control de mi padre, pero recién ahora me doy cuenta: ¡Cuánto le he copiado! Veo mi rigidez en mis tonos autoritarios cuando ordeno algo a alguien, o simplemente cuando hablo y creo tener la razón. Ya a mis hijos no les ordeno, son todos padres, pero ellos me hicieron notar el tono de mis “seguridades”, y yo ahora me pregunto, ¿Dónde tendré escondidas esas “inseguridades” que equilibrarían estas “notorias seguridades”? Lo que sí sé es que a nadie le gusta sentirse controlado, todos queremos ser libres y decidir por nosotros mismos.
Para confiar en los demás tengo que empezar por confiar en mí misma. La herramienta con que cuento es el trabajo con la “Atención”. Necesito tener otra visión de mí misma, de la vida, del sentido de las relaciones con los seres con que comparto esta vida. Necesito haber reflexionado, dejar de sentirme víctima, y empezar a sentir la felicidad de “disponer de mí misma”, de toda esta riqueza, de este enorme potencial de dones y talentos con el que vine a este mundo, todo esto está a mí disposición… ¡Qué maravilla! Necesito una mayor “auto valoración”, dejar de estar pendiente de la opinión de los demás. Y qué difícil me está resultando no depender de lo que los demás opinen.
La confianza es creer en el otro, y aceptarlo así tal cual es. Sería un segundo paso en la evolución humana. Comprendo que cuando estoy atenta y ya he observado y digerido mis propias vivencias, acepto mejor los errores y fracasos como parte del aprendizaje. Un ejemplo puede aclarar a qué me estoy refiriendo: La cocina es mi campo de entrenamiento y el quedarme repitiendo mi manera de cocinar habitual, vendría a ser mi zona de confort. Allí no corro ningún riesgo. Hoy vino mi nieta adolescente a charlar conmigo, yo la había invitado, pero no esperaba que llegara en ese momento. Estuve atenta a mi campo emocional, la alegría y una cierta molestia se disputaban la primacía. Estaba preparando la masa del pan que quería cocinar a la tarde. Le ofrecí a que observara, (mientras charlábamos) como yo le daba 100 golpes al pan para que leudara mejor. Le hice algunas preguntas y ella me contó sobre su trabajo práctico, la felicité porque se lo merecía, y después de que puse la masa en su molde, pude intervenir contenta y tranquila en la charla. Salí de mi zona de confort al aceptar hacer dos cosas al mismo tiempo. Mi propuesta de trabajo interior en la cocina es “una cosa por vez”, estoy haciendo pan ahora y no charlando…
La confianza no es algo que decidimos, es algo que “ocurre” como consecuencia de la sumatoria de momentos de silencio, del contacto con uno mismo, del observarme viviendo y respondiendo a situaciones que la “Vida” me propone. ¿Es así como yo quiero ser? Ya no busco estar segura de los resultados, tengo el coraje para estar abierta a lo que la vida me traiga, abierta a las sorpresas, al futuro, a vivir a mi manera, sintiéndome libre para decidir el camino a tomar, y libre para cambiar la decisión cuando eso amerite. Libre para vivir la gran aventura de “vivir evolucionando como individuo y como especie a la vez”. No hay un manual para ello, cada uno genera su propia versión, y esa es “su obra maestra”, su propia vida.
Estar abierta, confiar y entregarme, me hace sentir plena. ¿No es eso acaso, lo que todos buscamos? Confío en mí –> Confío en los otros, –> Confío en la Vida, –> Confío en Dios. Al conocerme más ¡Dispongo de mí! Nadie me dice lo que tengo que hacer, ni los horarios a cumplir. ¡Porque sé que cuento con el apoyo del Universo!
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