Yo noto que ante el mínimo estrés, ya tenso mis mandíbulas, esto repetido día tras día, desde mi niñez, produjo que en estos momentos no me quede ni un solo diente… Al no poder masticar mis alimentos, mis niveles de glucosa en sangre, descienden, mi descanso nocturno y mi sistema inmunitario están dañados, y eso a su vez, dañó todos los otros sistemas: el neuronal, el mental, el emocional, en fin toda mi salud.
Quizás necesitemos definir, antes que nada, a qué le llamamos estrés. “Estrés es un estado de preocupación ocasionado por una causa externa”. Puede ser agudo, y de corto plazo, como cuando me pongo ansiosa por cumplir con mis horarios, o crónico como el caso de una profesión demandante. En una situación ideal el detonante es agudo, y el cuerpo se repone no bien desaparece el detonante.
En el mundo actual, la mayoría de los humanos padecen de estrés crónico por continuos casos de estrés agudo, en que el «grupo amigdalino del cerebro», se pone en alerta roja, y el hipotálamo reacciona liberando tres hormonas: «cortisol, adrenalina, y nor-adrenalina», para ayudarnos a hacer frente a ese problema, pero esto llega a lesionar la corteza pre-frontal con pérdida de la concentración y de la memoria.
El estrés suele sentirse como un nudo en la garganta que hace la deglución difícil, o como mensajes del estómago, a través del nervio vago, (largo cable de comunicación “Intestino-cerebro), por el que el intestino registra y resiente, todo lo que estemos viviendo en la atmósfera emocional, y eso es lo que desestabiliza a la «microbiota», afectando también la permeabilidad intestinal, y sustancias que no deben, pasan entonces a la sangre.
El cuerpo rechaza a las moléculas desplazadas tal como lo hace con los invasores, y el sistema inmune desata una cadena inflamatoria de poca intensidad, pero que produce acidez o colon irritable. Además el corazón se resiente, en personas expuestas a tensiones agudas emocionales, duelo o miedo, o físicas, crisis epiléptica. En la piel el estrés produce rosácea, sequedad, y descamación. A más «cortisol», menos «colágeno», más arrugas y una piel sin brillo.
El exceso crónico de “cortisol”, también afecta las hormonas sexuales, provocando en las mujeres, irregularidad en sus menstruaciones, o reducción de su fecundidad, y en los hombres, impotencia. También la inflamación crónica, debido al aumento de los “neutrófilos”, (grupo especializado de glóbulos blancos, en reparación de tejidos), suele producir rigidez articular, tendinitis, artrosis, y otros achaques.
La idea de que el estrés puede causar la muerte, es aterradora, pero podemos suavizar sus daños parando la actividad enloquecida de la mente, tomando un masaje corporal cada semana, meditando, o buscando momentos de silencio, con clases de yoga, o simplemente cerrando los ojos y respirando profundamente, donde sea que estemos, para así, fácilmente, poder mantener a raya los excesos de “cortisol”.
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