¿Nos habla el Alma?; ¿cómo puedo reconocer su voz?; la voz del Alma no la escuchamos a través de palabras, es más un sentir que nos guía, algo que llamamos “Intuición”. No podríamos soñar, anhelar, tener esperanzas, amar, etc. sin un impulso procedente del Alma. Esos instantes de “presencia total”, en que nos damos cuenta, del hermoso regalo, recibido al nacer, de poder “Ser” en este mundo, esa es voz del Alma.

¿Podría la energía negativa volverse positiva? En realidad no, pero puede parecernos que la transformamos. Esta vida es un flujo de energía Divina, (energía amorosa) que nosotros convertimos en “falta de amor” y esa es lo que llamamos energía negativa. Si cambiamos opiniones, dudas y juicios, estaremos apoyando el flujo natural de la Vida. Sí ya sé, no es fácil, pero no es nada más que la normalidad.

La mayoría de nosotros no percibimos la energía hasta que vemos, sentimos y nos damos cuenta de lo que sucede.  Si alcanzáramos plena conciencia, nos daríamos cuenta que todo es energía… que la vida no puede existir sino como energía sutil. Cuando amamos a alguien, sufrimos debido al temor de no ser amado, de no merecer su amor, o por otras resistencias. Pero la esencia del amor es la felicidad.

El amor es el mayor purificador, y puede abrir antiguas heridas. Estas son las que producen sufrimiento. Nos enamoramos cuando las energías encajan. Sentimos como si ambos, nos fundiéramos en un solo ser. Pero hasta la armonía más perfecta está sometida al cambio como todo lo que existe. Se encuentra el verdadero amor cuando ambas partes trabajan internamente por su propia evolución espiritual.

Nosotros somos el vehículo de una fuerza cósmica que llamamos “Amor”, que es la que sostiene la vida en todas partes. En una relación duradera, el amor se fortalece, la pareja se ayuda mutuamente a limar las diferencias, y la evolución se produce como la de la flor que se abre, pasa a ser la fruta madura, expuesta a períodos de sol y lluvia. Así también se desarrolla la compasión, que es más profunda que el estar enamorado.

Me gustaría sentir el amor de Dios. Ya lo hemos sentido, al nacer, abrimos los ojos en esta hermosa tierra, y  encontramos a Dios en los ojos de nuestra madre. Ahora, yo no recuerdo ese momento, mi madre ya no está y yo volví a sentir esa fuerte ternura de la compasión cada vez que pienso en ella, y cada vez que recuerdo todos esos momentos de la crianza de nuestros hijos y del descubrimiento de cada uno de ellos.

¿Será posible ser amorosos con todos? En particular a mí, eso me gustaría, y me parece que lo más amoroso que puedo hacer por otro, es aceptar el lugar del camino donde se encuentra. Ayudarlo o enseñarle algo, sólo cuando me lo pide… Esto me lo digo especialmente a mí, pues di clases en el trascurso de toda mi vida, y aún ahora al escribir aquí, también pretendo enseñar, pero sé que aprenderá solo quien lo desee.

¿Habrá maneras de castigar amorosamente? Acá vuelvo a decir que en vez de castigar errores, es preferible enseñar con el ejemplo, pues el querer castigar ya es una “falta de amor”. Además todos nos equivocamos tantas veces, pues queriendo ayudar hacemos lo contrario. La vida, esa gran maestra, me lo está enseñando con las personas que me pone cerca y yo veo lo que les pasa cuando no hay caso que entiendan.