Puedo observar el agua del río en movimiento con una mente callada, y de igual manera deberíamos observar nuestros variados temores, y ¡para poder verlos!, necesito vivir con cada uno de ellos, con total atención, pues están vivos y yo quiero poder seguir todos sus movimientos. El que observa, es a la vez presente y pasado, pues los recuerdos de lo pasado, influyen en cada presente. En lo nuevo está el desafío, el reto, pero nos costará muchísimo entender que recién “podremos ver lo que es”, cuando ya no haya espacio entre el que observa y la cosa observada.

Queremos terminar con nuestros miedos, eso ocurrirá recién cuando el pasado ya no intervenga en el presente y es allí entonces, cuando el observador es lo observado, y descubriremos que mientras haya temor no puede haber un verdadero amor. Ya todos sabemos que el temor nos protege físicamente, y que mientras uno dependa de alguien para tener un techo y poder alimentarse, es lógico, biológicamente, que exista temor. Pero deseamos seguridad física, y además “seguridad psicológica”, en las relaciones con la familia, amigos y vecinos, y además con quienes pueden asegurar mi posición económica, otorgándome consideración externa, y categoría en mi trabajo, o sea que además de los temores materiales, están los psicológicos.

Ahora investiguemos juntos este complejo tema del “Aprender”. Ya sabemos que aprendemos a través de las experiencias vividas, que la Vida es quien nos enseña, pero “aprender” significa cambiar nuestra manera de accionar y de pensar. Es más que una simple acumulación de conocimientos, y como lo aprendido se guarda en la memoria, eso implica dedicación y tiempo. Es evidente que si quiero aprender, mi mente no tiene que haber llegado a ninguna conclusión acerca de ese tema. Solo una mente que sea inocente, y humilde, sin conocimiento previo, es capaz de inquirir con plena libertad porque está realmente interesada en el tema. Esto implica una revolución psicológica total que va más allá de lo personal y lo social.  

Nos interesa que se produzca una mutación radical en la psiquis humana, y para ello ha de cambiar el individuo por ser la célula social de la humanidad. Por desgracia, la mayoría, ya tenemos opiniones, creencias, dogmas, y esa es la base de valoraciones, para todos los aprendizajes y para la vida, pero sin humildad, no habrá el mínimo aprendizaje. ¡Humildad es “Libertad”! No podemos aprender acumulando recuerdos, más bien diría que se aprende, en ese repentino momento en que se nos aclara lo sucedido… Cuando aprendo un oficio, y lo repito sin cesar, mecánicamente, eso me da solo una sensación de seguridad, y cuando actúo de acuerdo a ideas, conclusiones o dogmas, vivo en el pasado, en base a recuerdos muertos…

Pero hay momentos en que estoy realmente enojada, pues un amigo no me atiende cuando le estoy hablando, y reacciono sin alcanzar a pensar, (no es algo que haya repetido antes, para después actuarlo), es algo de ese preciso momento. El aprender implica una gran sensibilidad, que no la hay cuando una idea del pasado domina el presente. Una mente que no sea flexible y sensible es incapaz de aprender. Muchos humanos, somos insensibles físicamente, pues comemos de más, sin escuchar a nuestro cuerpo, que siempre nos está indicando cómo, cuándo, y cuánto comer. Pero  es posible tener una mente clara, y sensible, no sólo en lo físico sino psicológicamente; para ello es necesario que el organismo no se aparte de la psiquis. Se necesita un único movimiento en cada presente.

La mayoría de los seres humanos viven apenados, y temerosos, pero para la comprensión total de esto, además de no vivir fragmentados, nos haría falta vivir en el presente y expresando el “amor” que somos. Y para ello necesitamos saber que nuestra mente no está clara, que no la conozco con la claridad que conozco el hambre (por ej.) y cuando me comparo con otro, estoy poniendo dos imágenes en competencia. ¡Hay tantos dolores acumulados a lo largo de nuestra vida! ¿Será posible liberarse de ellos, de una vez y para siempre? Solo será posible si existe esa pasión por auto-descubrirse, por saber quién es este ser que llamo “yo mismo”; que está en un movimiento constante, (del ayer a través de hoy, y del mañana), en un fluir sin fin. Y solo podré verlo si mantengo la mente libre de las conclusiones previas sobre mí.