¡Ni yo misma me lo puedo creer! Actualmente con mis 85 años, todos los días estoy aprendiendo algo nuevo y también desaprendiendo todo eso que ya no va, pues ¿quién podría saberlo todo? El refrán popular dice, “No hay mal que por bien no venga”, y aunque nos cueste aceptarlo, a quien le interese de verdad comprenderlo, solo le faltará mirar cada uno de sus momentos de presencia preguntándose: ¿qué me trae esto de bueno y qué puede traerme de malo? Y hay otro dicho: “El hombre propone y Dios dispone…”, o sea que nunca sabremos con antelación.
Vivimos en un mundo dual, donde los opuestos se presentan siempre a la par, pues gracias a ellos podemos apreciar las diferencias. Intentemos aplicar el conocimiento de nuestro “Maestro Interno, o Alma”, que ya está en todos nosotros, en todas las circunstancias, aunque a veces lo perdemos, por no reconocerlo, o quizás podríamos decir que nos perdimos a nosotros mismos. Un día de ayuno, con silencio interior, cuando haya luna llena, nos puede ayudar a limpiarnos, y a focalizar en lo que en realidad vamos siendo y en cómo podemos servir a quienes nos rodean.
A través de errores y aciertos, nos vamos definiendo como personas. Hoy fue un día especial, tan diferente de todos mis otros días, pues me brindó la posibilidad de verme a mí misma y ver a las variadas personas que se contactaron conmigo, telefónica o personalmente. Y allí surgió el deseo, no de compararlas entre sí, ni tampoco con quien yo soy en este momento, como podría también haber sido, sino más bien, de comprender cómo se fueron haciendo a través de sus gustos e intentos cotidianos.
Para poder cumplir con los propios sueños o propuestas del momento, y servir o colaborar con otros, ¡hay tantas maneras posibles! A mí me surge compartir eso que constantemente voy aprendiendo, y para eso necesito sentirme “Bien”, tanto física como psíquicamente. Muchas veces suelo sentir que no me alcanza el tiempo para tantas cosas que deseo… pero el tiempo con que contamos nos lo vamos haciendo nosotros mismos, momento a momento, al saber distinguir lo que consideramos prioritario de lo secundario en cada situación, y dándole lugar a lo principal, algo nada fácil al movernos entre tanta cosa cambiante.
Cuando estoy conectada conmigo misma, sé que estoy participando de la “Conciencia Infinita”, y me invade un gran agradecimiento pues siento que eso me da acceso directo al poder de la Creación. Dar gracias es reverenciar, aceptar todo lo que la situación en que estamos nos pueda presentar, todas las posibilidades y esto a mí, me ayuda a seguir manifestado mis deseos y peticiones. En realidad cada deseo es una oración enviada a lo “Alto”, que siempre será contestada con exactamente la misma energía con que fue enviada. Entonces cuando pido sin ningún motivo oculto, siento que mi energía y alegría se acrecientan.
Uno de mis “deseos-pedidos” es corregir mi postura física, lo que también mejoraría mi sistema digestivo, y como hasta ahora eso parece ser un imposible, veo que mi energía baja formándose un círculo vicioso entre ambos, y si bien sigo haciendo todos los ejercicios que fui aprendiendo a través de los años, y que tanto la correctora postural como el osteópata me siguen dando, no me llega ninguna mejoría, y me doy cuenta que tendría que haber comenzado en mi juventud cuando comenzaron ambos problemas. Ahora no me queda otra que aceptar, y cuidar que mi ánimo se mantenga alto. “Cuando uno toma conciencia de su interior, y fluye con la vida, la energía sube y cuando culpamos al exterior, nuestra energía baja”.
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