Para relacionarnos con la gente cercana, que nos interesa, necesitamos ante todo, escuchar a nuestra mente, para saber qué es lo que nos mueve a ello. Pueden ser muchas cosas: solo curiosidad, el creer que esa persona puede solucionarnos un determinado problema que tenemos, o porque parece que sabe justamente eso que necesitamos averiguar…, y para esto necesitamos ser comprensivos y estar en paz. Si luego de hablar con esa persona, no estuviéramos de acuerdo con lo que nos dijo, entonces, siempre con amor y respeto, simplemente los ignoramos.

Internamente nos relacionamos con nuestro Ser. Aquí lo que necesitamos es mantener la ecuanimidad a través de las sensaciones tanto placenteras como de las desagradables. Y para que esto nos sea posible, tenemos que soltar, renunciar a eso que nos perturba. Me dirás que eso no es posible, pero lo es, siempre que dejemos de escuchar a nuestra mente, que es la causa de todas nuestras desdichas y miedos. Nos ayudará aprender a perdonar y a perdonarnos. Tenemos que pensar que todas las acciones de la gente, con el tiempo, desaparecen.

El dar tiene que ver también con el soltar y el perdonar. Cuando nuestra  mente divague, dejémosla ir; y observémosla, eso nos permitirá conocernos mejor. Sigámosla, perdonémosla (por haberse ido), y traigámosla de vuelta. Puede sernos útil, el discriminar entre lo perecedero y lo imperecedero. Nuestro cuerpo es hueco y vacío. En esencia nosotros somos vibraciones energéticas. La energía va creando un equilibrio de funciones, sensaciones y pensamientos; y eso es lo que somos. Al observar mi cuerpo, me surgen sensaciones placenteras y desagradables.

Somos esa purísima energía vibratoria, somos el Todo, y a la vez la nada, y es a eso a lo que llamamos “yo”. Observo que es un equilibrio que se desequilibra fácilmente, porque cuando el “observador en mí” actúa, todo se aquieta y termina desapareciendo. Siempre he estado reaccionando a las sensaciones. Utilizamos la emoción para dar lugar a alguna sensación; y esa sensación, a su vez, me suele crear una impresión, otra emoción. Entonces estos círculos de anhelo y aversión con sensación y emoción van formando mi vida.

Entonces pienso: ¿podré desvincularme de las sensaciones?, y me contesto: pero ese es el lenguaje que tengo entre mi cuerpo denso y el  Alma, (o cuerpo sutil). El otro día ocurrió que la persona que había prometido venir a arreglar un desperfecto, me dejó esperando, y sin avisar. Estaba bien molesta, respiré hondo, y me dije: “Esto es algo que está cambiando. No me asociaré con eso, voy, en su lugar, a observar la sensación”. Se volvió muy intensa y terminó desapareciendo. La mente es como una enredadera, necesita un apoyo. Se lo darán la determinación el compromiso, y la disciplina espiritual.