Apreciar el presente y vivir con alegría son los dos consejos más importantes para ser feliz. Cuando comenzamos a vivir en el aquí-ahora, nos tornamos conscientes de la importancia espiritual que tiene el vivir en el momento presente. No somos lo que pensamos que somos, somos cada momento; tu vida, la mía, no es sino cada momento en el que hay presencia. Y todo lo que integra ese momento presente en toda su plenitud, eso soy yo. Y si hay algo que no me gusta en este momento presente, es una decisión o repuesta mía, es mi vida, es proyección mía y está diciendo algo de mí mismo. No he de intentar cambiarlo, sino ¡ACEPTARLO!
Al aceptarlo se produce el milagro: las cosas que sentimos y nos resuenan van solas transformándose, debido a la inmensa fuerza del amor que tenemos dentro. ¡Somos Amor! No se trata de cambiar cosas haciendo cosas, pues allí nada cambia, no estamos aceptando. Cuando se las acepta, hay un fluir mágico, y poder ver como todo va encajando sin que hagamos nada es algo maravilloso. La forma suprema de la acción, es la no-acción. Esto nos produce una intensa y profunda alegría.
Gracias a la actual crisis, millones de personas vuelven sus ojos hacia el interior y comprueban que lo que el corazón ansía es una vida sencilla con menos cosas una vida que no está en el exterior sino dentro nuestro. San francisco de Asís dijo: “Necesito poco, y lo poco que necesito, lo necesito poco”. Nuestra sociedad dice: “Necesito mucho, y lo necesito rápido, urgente, ¡ya! ¡No podemos ser felices acumulando! Detrás del modelo de sociedad consumista que entre todos hemos creado, no está la felicidad sino mucho dolor y frustración que termina rompiendo nuestra paz.
Nuestro ritmo de vida es muy importante. Creemos que el secreto está en hacer muchas cosas y lo más rápido posible. Cuando nos quedan horas libres sin nada que hacer, sentimos que eso nos empequeñece ante los demás. “La sociedad también es nuestra proyección”. Ese correr continuo nos agota física y mentalmente generando estrés, depresión, y enfermedades. Seamos coherentes, eliminemos trabajos y esfuerzos, tanto cuanto podamos, hagamos eso que nos dé placer, vivamos plácida y sosegadamente, en mayor armonía, dejando espacios desocupados para desarrollar “el arte de no hacer nada”, pues es allí cuando la creatividad se expande y nuestros talentos o dones aparecen.
En mi caso particular, me considero una persona feliz, que hace lo que le gusta hacer, que vive sencillamente en una casa pequeña, pero con una hermosa y amplia vista, y que al ser la casa pequeña, no puede acumular cosas, solo puede tener lo que le es indispensable. Acepto todo lo que en la vida me tocó vivir, no me lamento de elecciones pasadas, pues eran las mejores que en cada momento pude hacer, y allí radica todo mi aprendizaje. Creo que el esforzarme por ser una mejor persona estuvo en mí desde niña y es eso lo que se transformó en la búsqueda de lo que aquí llamo “espiritualidad” desde muy joven. Me gusta ser creativa, tanto en la cocina, como en las artes. Me hace muy feliz cada “descubrimiento” que tengo cuando escribo, cuando pinto o cuando invento canciones que solo a mí me canto.
11 noviembre, 2021 a las 10:53 am
Parece que es por ahí… pero…hace falta un buen respaldo para saber que se puede parar….en éste momento no es tan fácil…
12 noviembre, 2021 a las 9:29 pm
Aún teniendo respaldo si uno tiene el hábito de hacer y hacer, de más y más, no es nada fácil.