Cuando estamos sintiendo carencia, de lo que sea, no podemos sentir alegría, ni paz, ni felicidad, que es lo que, por otro lado, todos buscamos. Y lo buscamos pues eso es lo que nosotros somos, esa es nuestra propia naturaleza… Queremos encontrarnos a nosotros mismos. Vivimos una especie de “hastío” o de “esto no va más”, “esto de no saber quiénes somos”, ni “¿a dónde vamos?,» ni “¿para qué corremos todo el tiempo de un lado para el otro?”.
La alegría no puede encontrarse allí hacia dónde corres, la alegría vive en el presente, en lo que ¡ES!, en ese momento en que te encuentras contigo mismo, en que eres auténtico y no derrochas tu energía en contradicciones. Cuando caminas hacia lo que más quieres, motivado por lo que más te interesa, tu energía, llena de entusiasmo, ¡Acciona!, no es derrochada en dudas y falsedades. Sigues las indicaciones, la guía, o “sincronías” de las Energías Superiores. Confías, te entregas, te sientes cuidado, amado, y muy agradecido.
No derrochas tu energía intentando proteger a un ego tembloroso y ávido de aplausos, has conseguido ponerlo al servicio de intereses más altos, y así es un ayudante siempre dispuesto y equilibrado. Cuando ya sabemos que la vida es un aprendizaje continuo, entonces momento a momento percibimos y aprendemos sobre quienes estamos siendo. Si somos auténticos en nuestra manera de vivir, si nos respetamos, así es cómo inspiramos a los demás. No podemos liberarnos del sistema en que vivimos, pero sí podemos salirnos de él. Todos tenemos la obligación de sacudirnos, de despertar, y mirar para adentro para comprender qué vida estamos viviendo.
Somos manifestación del océano de la conciencia pura, somos energía que puede manifestarse en infinitas e inimaginables dimensiones, y como humanidad podemos evolucionar o involucionar. Esa energía que somos es el pulso del universo, el pensamiento de Dios, el flujo del amor. Conocer todo esto de quienes somos y de las energías nos ayuda a ver, cómo nos relacionamos. Especialmente he de revisar cómo me relaciono conmigo mismo, pues ese es el fundamento que creo para relacionarme con los demás. Las relaciones son nuestro campo de juego, un juego para toda la vida.
Necesito estar centrado, consciente de lo que sucede en mi interior y en mi exterior, escuchando mi diálogo interno, distinguiendo entre la voz del ego y la voz que proviene de mi alma, atento al devenir de los acontecimientos, viviendo la aventura de la próxima jugada que aún no conozco, y que dependerá de lo que “la Vida” esté jugando para mi…
Necesito conocer mis convicciones, mis creencias más profundas, dónde y cuándo se gestaron, y aceptar, que también mi manera de pensar puede estar cambiando, pues nada hay que permanezca estático por siempre.
Necesito sobre todo, eliminar la avidez de mi vida, dejar de correr febril de acá para allá, aprender a estar sólo, en quietud, para poder entrar en mí y conocerme en lo profundo, y no creer en nada que no se pueda verificar.
Necesito también experimentar el disponer de tiempo sobrante, el dejarme más margen en cada uno de los aspectos de mi vida… y me pregunto: ¿Podrá vivirse en paz disfrutando cada paso que uno da?
22 junio, 2019 a las 12:28 pm
De algo parecido hablamos el otro día en clase de yoga.
¿Para qué correr si se puede llegar caminando?
22 junio, 2019 a las 10:48 pm
Qué hermoso que en clases de yoga aparte del trabajo corporal, se haga también un yoga de auto-
conocimiento, porque algunos disfrutan muchísimo el correr como deporte, pero nos daña el correr todo el tiempo por querer más y más de todo lo que se ofrece.